No es un lugar inventado, ni un lugar de ensueño, ni siquiera un espacio de la ficción. Es la cruda realidad de los que son y/o quieren estar. Los pseudo guionistas de España, algunos, por pura idiosincrasia se manifiestan poseedores de una buena historia, y algunos de esos algunos seguro que la tienen. En el camino de ortigas y zarzas que hay que recorrer hasta llegar a la dulce casa decorada con piedras preciosas, uno puede encontrar cualquier animal legendario, voraz y hasta demoniaco. Hay muchos elementos en juego y la mayoría de ellos de pura supervivencia, lo cual convierte “the yellow brick lane” en un lugar que se ama y se odia a la vez.
Sobre la perversión del querer ser o no guionista hay varias opiniones encontradas. La del sí. ¿Quieres ser guionista? ¿Eres guionista? Continúa, escribe, cúrratelo, ten paciencia y lo conseguirás, aunque una vez arriba no hay nada que te asegure su permanencia en ese lugar de ensueño. Y los detractores: “Si mi hijo quisiera ser guionista le asesinaría”. Entre ambas opiniones hay un espacio intermedio reservado para aquellos que no son unos ilusos, digamos los más escépticos, aquellos que realmente creen en sí mismos. No ya en el guión como medio, ni siquiera en el mercado como puente para desarrollar el medio, sino en la realidad propia y la realidad que le rodea. Escribir o no escribir, ese es el dilema.
Nos alimentamos de cursos. Devoramos datos y nos quedamos con aquellos que nos interesan. Si somos guionistas o no... Eso lo dicta algo dentro del corazón. No importa si se vende o no una historia –lo maravilloso sería venderla. Hay muchos buenos guionistas que nunca han “vendido” una historia, y sin embargo hay una cuantos malos guionistas que tienen las puertas abiertas, por curiosas circunstancias, viven y comen escribiendo y se pavonéan con sus egos en fiestas de guardar. Bien por ellos. Esa es parte de la razón por la que se dice que la calidad del guión en España es una basura –con excepciones, por supuesto. Y si, yo lo creo. Después de leer, analizar y supervisar muchos guiones te das cuenta de que a las historias que se crean en este país les falta ritmo, los personajes suelen ser arbustos a la sombra del modus vivendi meramente español, y los guionistas y pseudo guionistas tienen tantas ganas de que sus hijitos salgan a luz que los paren prematuramente. La paciencia es importante. Los contactos. Escribir, reescribir y reescribir. No estoy contando nada nuevo. Pero hablando de esta realidad que suena un poco a invención quiero mostrar la cara más simplona de algo muy profundo.
Es el mercado, por desgracia, el que conforma a unos seres ávidos por hacer dinero. Contar historias es maravilloso, sobre todo si las historias son buenas y uno las sabe contar como se merecen. Pero “los otros” no quieren que les cuenten historias, quieren todavía más dinero. Y aquellos, más todavía. Y los unos y los otros se regodean pensando en cuánto va a ganar cada uno. Es verdad, esto nos importa mucho: que no nos timen, que no se aprovechen de nuestra predisposición de querer contar historias como sea, que no abusen de nuestra necesidad de compartir historias con otros... Pero la cosa no va por ahí. El problema de fondo no es saber cuánto cuesta un guión, que si, por supuesto, pero primero hay que saber escribir y escribir bien. Hay que tener una maravillosa historia entre manos con unos cuantos ingredientes atractivos para muchos, hay que saber ponerse en la posición del otro, de los otros, de los de más allá, y con toda esta macedonia de puntos de vista parir una criatura bella en el momento oportuno, y cuidarla en su recorrido por la vida hasta que se haga mayor de edad y decida valerse por sí misma. Si no lo hacemos nosotros, ellos no lo van a hacer. Hay, como todo, que aprender a parir, que estudiarse el camino mientras se siente, hay que formarse en las escuelas adecuadas, con los profesores correctos, y escribir un huevo, dos huevos, tres huevos. No existen esas escuelas, no hay agentes de guionistas porque hasta en esto se sigue el esquema caciquil español implantado hace siglos en esta sociedad. No interesa a los que ya están asentados ni a los productores. En realidad, la industria es un poco falsa. Se produce mucha basura por amiguismos. Las subvenciones se dan en cenas y también en fiestas de guardar. Seguimos yendo a la misa para confesarnos y sonreír al cura de lejos a ver si perdona nuestros pecados y de paso nos da una sabrosa hostia que recibimos con gran felicidad.
Estoy segura de que en estos cursos, seminarios, encuentros de guionistas profesionales, guionistas noveles y pseudo guionistas hay mucha ilusión y muchas ganas de comerse ese mundo que está ahí fuera. Pero sólo, por desgracia, un mínimo porcentaje lo conseguirán con resultados satisfactorios. Y de ese mínimo porcentaje unos cuantos tendrán que comulgar.
En cualquier caso, contar historias que nos apetecen es siempre un placer. Así que mientras decidimos a qué productor, distribuidor o director se va a abordar para que nos produzca “nuestra maravillosa historia” y nos de una bonita hostia, escribamos. Pues mientras hacemos eso estamos cultivando el estilo, la pasión, la tenacidad, la reescritura, y mientras no pensamos en lo que, por desgracia, le va a pasar a ese hijo nuestro cuando se haga mayor. Mejor disfrutar del momento. Carpe Diem. Escribir por el mero placer de hacerlo y hacerlo bien. No escribir sólo pensado en los otros –aunque muchos lo aconsejen. Los otros, ahora... en esta fase de sentir al niño dentro ¡que les den! Pues nuestro momento de gloria, de verdad, está en el camino de creación de la página 1 a la 120.
Reflexiones después del interesante curso Los guionistas frente al mercado audiovisual. Celebrado el 16 de diciembre de 2006 en Madrid. Impartido por Valentín Fernández-Tubau.
Sobre la perversión del querer ser o no guionista hay varias opiniones encontradas. La del sí. ¿Quieres ser guionista? ¿Eres guionista? Continúa, escribe, cúrratelo, ten paciencia y lo conseguirás, aunque una vez arriba no hay nada que te asegure su permanencia en ese lugar de ensueño. Y los detractores: “Si mi hijo quisiera ser guionista le asesinaría”. Entre ambas opiniones hay un espacio intermedio reservado para aquellos que no son unos ilusos, digamos los más escépticos, aquellos que realmente creen en sí mismos. No ya en el guión como medio, ni siquiera en el mercado como puente para desarrollar el medio, sino en la realidad propia y la realidad que le rodea. Escribir o no escribir, ese es el dilema.
Nos alimentamos de cursos. Devoramos datos y nos quedamos con aquellos que nos interesan. Si somos guionistas o no... Eso lo dicta algo dentro del corazón. No importa si se vende o no una historia –lo maravilloso sería venderla. Hay muchos buenos guionistas que nunca han “vendido” una historia, y sin embargo hay una cuantos malos guionistas que tienen las puertas abiertas, por curiosas circunstancias, viven y comen escribiendo y se pavonéan con sus egos en fiestas de guardar. Bien por ellos. Esa es parte de la razón por la que se dice que la calidad del guión en España es una basura –con excepciones, por supuesto. Y si, yo lo creo. Después de leer, analizar y supervisar muchos guiones te das cuenta de que a las historias que se crean en este país les falta ritmo, los personajes suelen ser arbustos a la sombra del modus vivendi meramente español, y los guionistas y pseudo guionistas tienen tantas ganas de que sus hijitos salgan a luz que los paren prematuramente. La paciencia es importante. Los contactos. Escribir, reescribir y reescribir. No estoy contando nada nuevo. Pero hablando de esta realidad que suena un poco a invención quiero mostrar la cara más simplona de algo muy profundo.
Es el mercado, por desgracia, el que conforma a unos seres ávidos por hacer dinero. Contar historias es maravilloso, sobre todo si las historias son buenas y uno las sabe contar como se merecen. Pero “los otros” no quieren que les cuenten historias, quieren todavía más dinero. Y aquellos, más todavía. Y los unos y los otros se regodean pensando en cuánto va a ganar cada uno. Es verdad, esto nos importa mucho: que no nos timen, que no se aprovechen de nuestra predisposición de querer contar historias como sea, que no abusen de nuestra necesidad de compartir historias con otros... Pero la cosa no va por ahí. El problema de fondo no es saber cuánto cuesta un guión, que si, por supuesto, pero primero hay que saber escribir y escribir bien. Hay que tener una maravillosa historia entre manos con unos cuantos ingredientes atractivos para muchos, hay que saber ponerse en la posición del otro, de los otros, de los de más allá, y con toda esta macedonia de puntos de vista parir una criatura bella en el momento oportuno, y cuidarla en su recorrido por la vida hasta que se haga mayor de edad y decida valerse por sí misma. Si no lo hacemos nosotros, ellos no lo van a hacer. Hay, como todo, que aprender a parir, que estudiarse el camino mientras se siente, hay que formarse en las escuelas adecuadas, con los profesores correctos, y escribir un huevo, dos huevos, tres huevos. No existen esas escuelas, no hay agentes de guionistas porque hasta en esto se sigue el esquema caciquil español implantado hace siglos en esta sociedad. No interesa a los que ya están asentados ni a los productores. En realidad, la industria es un poco falsa. Se produce mucha basura por amiguismos. Las subvenciones se dan en cenas y también en fiestas de guardar. Seguimos yendo a la misa para confesarnos y sonreír al cura de lejos a ver si perdona nuestros pecados y de paso nos da una sabrosa hostia que recibimos con gran felicidad.
Estoy segura de que en estos cursos, seminarios, encuentros de guionistas profesionales, guionistas noveles y pseudo guionistas hay mucha ilusión y muchas ganas de comerse ese mundo que está ahí fuera. Pero sólo, por desgracia, un mínimo porcentaje lo conseguirán con resultados satisfactorios. Y de ese mínimo porcentaje unos cuantos tendrán que comulgar.
En cualquier caso, contar historias que nos apetecen es siempre un placer. Así que mientras decidimos a qué productor, distribuidor o director se va a abordar para que nos produzca “nuestra maravillosa historia” y nos de una bonita hostia, escribamos. Pues mientras hacemos eso estamos cultivando el estilo, la pasión, la tenacidad, la reescritura, y mientras no pensamos en lo que, por desgracia, le va a pasar a ese hijo nuestro cuando se haga mayor. Mejor disfrutar del momento. Carpe Diem. Escribir por el mero placer de hacerlo y hacerlo bien. No escribir sólo pensado en los otros –aunque muchos lo aconsejen. Los otros, ahora... en esta fase de sentir al niño dentro ¡que les den! Pues nuestro momento de gloria, de verdad, está en el camino de creación de la página 1 a la 120.
Reflexiones después del interesante curso Los guionistas frente al mercado audiovisual. Celebrado el 16 de diciembre de 2006 en Madrid. Impartido por Valentín Fernández-Tubau.
2 comentarios:
Hola, Twiggy. Yo también estuve en el curso del sábado, y me alegra comprobar que algunos sacamos de ello más que información. Yo fui allí no solo a aprender datos, o a conocer gente, sino también a observar, aunque sea de lejos, a guionistas que se dicen de verdad (aunque por mi profesión de analista debería verlos más a menudo).
Me chocó que ni ellos mismos se aseguraban un futuro en la profesión. Escuchar José Luis, el guionista televisivo, que con sus años de experiencia, todavía no tenía asegurado el futuro, debe ser devastador para aquellos que empiezan e imaginan que quizá con su talento, este camino podría ser fácil.
Pero está claro no es solo una cuestión de talento, o de acercamiento al mercado, o de pensar "yo también puedo hacer eso", cuando uno ve una película.
Yo creo que tiene más que ver con una actitud totalmente personal e interior: estoy de acuerdo contigo en que eres guionista o no lo eres, y que solo lo sabes cuando lo intentas.
Pero pienso también que por mucho que haya buenos guionistas que nunca vayan a vender un guión, los que son verdaderos guionistas no descansarán hasta hacerlo, para ver su historia cobrar vida, color, calor humano.
En mi opinión, los demás son novelistas y no lo saben. Escriben para sí mismos, no para los demás. Eso no es malo. La novela es satisfactoriamente egoísta, por eso también la frecuento. Pero el guión debe ser generoso, olvidar el ego, satisfacer a muchos, tiene un objetivo social y colectivo. No es fácil lograrlo.
En cuanto a estos guionistas, ¿Cuántos de ellos serán de los buenos, de los que realicen obras por siempre memorables? Esa respuesta la dará el tiempo, provocada por nosotros y nuestro empuje.
Un saludo.
Salvador.
rubio.salvador (arroba) gmail.com
Yo, no sé si quiero ser guionista, de hecho, no sé si debo serlo. "¿Deber serlo?, pero si tu puedes ser lo que quieras, solo se vive una vez". Eso no es del todo cierto. Escribir hay que hacerlo de corazón, si, pero cuando lo haces por sobrevivir te estás prostituyendo, y realmente no es el corazón el que escribe, si no, una mitad de tu cerebro.
Lo que si que sé que quiero es escribir, y lo que si que sé que debo. "¿Deber escribir?, pero si tu puedes hacer lo que quieras, solo se vive una vez". Eso no es del todo cierto. Si el corazón te indica que debes hacerlo no hay marcha atrás.
Mi percepción respecto al mundo del guionista, respecto a la persona que desea ser guionista tira por dos vertientes (percepciones recibidas después de como dices en tu texto al cual estoy respondiendo, a través de "jornadas"; foros; conversaciones con profesionales o no, etc...).
Por un lado cuando en la balanza la vanidad tiene mayor peso. Y por otro lado, cuando tenemos a un director en cubierto, en este caso, matizar que a mi entender viene a ser así por los antecedentes pasados y presentes en el cine de nuestro país.
En mi balanza interior pesa más el corazón..., ya veremos.
JosePalomo
stark(arroba)sonodrome.com
(Un Blog muy interesante Twiggy, felicidades)
Publicar un comentario