Las Carboneras. Flamenco dancers. January, 2007
Se muy poco de flamenco. La primera vez que vi una actuación en directo tenía dieciseis años y no me gustó. La segunda, tuve la sensación de que en ese arte maldito había algo más. A partir de la tercera vez, no me pude desenganchar. Hay algo que tiene el flamenco, ese duende del que hablan los gitanos, que se te mete dentro, tan dentro que te agarra la tráquea, se cuela por los pulmones, el corazón, el estómago, el intestino y se hace con tu alma. Tú no lo puedes remediar.
El jueves dieciocho de enero fuimos con Bernard Hill a Las Carboneras. A él le apasiona el flamenco y tiene una gran colección de discos. Ese día pudimos ver a las bailaoras Manuela Vega, La Tacha y Olga Pericet, acompañadas del guitarrista Juan Soto y los cantaores Ángel Gabarre y El Kanku. El invitado estrella era El Titi. No distingo entre soleá, seguirilla, fandango, malagueña, taranto, fandanguillo, martinete y otros cuantos palos más que proceden todos de las tonás, pero como toda historia musical que se precie, los ritmos, sonidos, cantes y bailes evolucionaron creando así un movimiento artístico de gran riqueza. Aunque no soy una entendida en materia, y a Bernard le pareció algo bastante enfocado a turistas, confieso que lloré de la emocion. Confieso que el duende se apoderó de mi durante unos minutos, y que con ese duende viajé por un espacio rítmico a la estratosfera, y que al bajar, algo dentro de mi había cambiado.