No hay mayor embuste que el que se hace uno mismo pergeñando al ritmo de un tiempo atroz. Un tiempo que nos corta las venas y los estribos, para convertirnos en caballos desbocados en un pozo oscuro. No hay mayor tristeza que la de una mentira enamorada, una mentira débil y una mentira de corazón. Y sin embargo, parece no importarnos.
Es furtivo el amor y bajo su alero tantas veces opaco,
hace huella encendida la memoria de un deseo insaciable,
mortal y extrañamente triunfante.
hace huella encendida la memoria de un deseo insaciable,
mortal y extrañamente triunfante.
Elfriede Jelinek.
2 comentarios:
parte de la gracia del deseo está en que nunca se sacia del todo
Ai Suru.
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