miércoles, 27 de diciembre de 2006

VIOLADORCITOS DE LOS CUCULITOS

Te violan el pensamiento y las ganas de comer. Las orejas; misma técnica que Polilla. Algunos violadores no se dan cuenta de sus violaciones pero lo hacen constantemente con la nariz, con los ojos, con los dedos gordos, con las uñas lacias, con sus propios pezones y con sus fachas. Violan con todo aquello con lo que pueden y a todo aquel que se deja. No es fácil no dejarte violar ya que los violadores están por todos los sitios y son tan sibilinos que muchas veces no es fácil verles venir.

Son familiares directos de los vendemotos, los que ni siquiera saben qué son los objetos de dos ruedas. Pero se montan carreras orgiásticas en triciclos inmóviles y se creen con la razón absoluta. Los vendemotos y los violadorcitos se van de copas juntos y se enseñan sus últimas adquisiciones. El primero ha conseguido las coletas de una joven y se ha hecho un llavero con ellas. El segundo advierte que es la misma joven a la que él ha violado la sonrisa. Se vanaglorian de ello. Se ríen a carcajada limpia; lo celebran con la desfachatez de sus fachas podridas, con gusanos blancos que las chupan animados. Son unos cerdos entusiasmados con su cinismo. Se rifan sus técnicas de violación y planean alguna nueva que no hayan acometido mientras el violador viola los gusanos que se divierten en los poros de su cara.

Les huelo de lejos. Ya me he topado con unos cuantos. Muchos les hemos olido de cerca. Por eso trato de leer su pensamiento poroso; no deseo ser víctima de sus violaciones. Quizás adelantándome a sus actos pueda impedir una nueva violación. No es tan fácil. Sagazmente te violan el alma, hasta la angustia y el dolor. Son expertos en violación blanca. Cuando te violan el cuculito entonces es cuando te das cuenta de que llevan años violándote por todas partes. Así es cuando chillas y dices basta, violador. Si quieres violar a alguien, viola a tu madre, que para eso te parió. Pero cuando vas a decírselo es cuando eres consciente de que es mejor callarte porque ellos aprendieron a violar violando a sus propias madres, por dentro y por fuera. Así que tú ni siquiera eres una víctima. Eres tan solo la mejor amiga de Folimor forrado de niño, un sucedáneo de carne humana. Y cuando te has mirado al espejo y te has visto violada por todos los sitios y lugares no te ha quedado más remedio que autoviolarte a ti misma para no dejar ni un solo hueco en tu cuerpo sucedáneo para los violadores.



Reflexiones a raíz de la lectura de Witold Gombrowicz. Ferdydurke. Seix Barral, 2001.

2 comentarios:

Carlos A. Domínguez dijo...

Me confieso violador. Violador involuntario, que es peor, porque además voy de suave. Quiero curarme. No se cómo. Quiero dejar de joder a las chicas que quiero. Quiero que dejen de darse cuenta de que las estoy jodiendo antes que yo mismo. No hay placer en ello, creéme.
Estos días ando escaneando cada adoquín, cada pavés, cada baldosa de acera. No soy capaz de levantar la vista. Siempre me parece que va a llover, porque no para de llover por dentro.

Anónimo dijo...

Tu texto es un dilema dificil de aprovar y facil de aplicar, al igual que lo es mi vida. Parece mentira que lo absurdo puede cobrar sentido coherente y más entendido está así. Donde ha existido jamás un mundo que se fabriquen oidos sordos por encargo, donde existan las fabricas de replicantes y donde los vendedores ambulantes violen los códigos de la ley como si de gravedad 0 se proveyeran.
Que despilfarro de conenido.
Donde esta escondido el cuculito de la politica y donde estan los borregos vestidos y forrados con la cara fuera, cuento más de veinte y no he conseguido dormir aún.
Quiero verme de niño, recordar si existía la belleza en todo lo que veía o simplemente mis acciones eran el reflejo de lo estupido y sin sentido que es todo. Veo que mientras escribo, mis palabras pierden su forma y su fuerza se desvanece como la pelusa ante PRONTO, el milagro quita polvo. Donde estan esos antiguos sitios donde nacian las palabras para poder curarlas y que jamas pasen a ser sms dl ftur incrto.
Como vemos, comemos.
OLFO