viernes, 18 de junio de 2010

SAYONARA, SARAMAGO

Al día siguiente no murió nadie. Así arranca Las intermitencias de la muerte de José Saramago, Premio Nobel de Literatura, 1998. Hombre lúcido que nos deja hoy para soñar con su amada en el silencio; su amada lengua, su amada idea del mundo, su querida ilusión rota, su amada sabiduría cansada y agotada de tanto despilfarro e ignorancia.
Ahora los títulos de Saramago volverán a ocupar los escaparates de las librerías y su señora Pilar mantendrá vivo su nombre: sería todo un detalle si tan solo pudiera orientar la fundación para la formación de jóvenes escritores...
Conocí a Saramago en Barcelona y de él solo me queda el recuerdo físico de un beso y el anímico de sus textos penetrantes. Cuando todo le llegó de repente con el Nobel, entonces tuvo unos años de locura infernal, viajes, conferencias, portadas de periódicos y revistas culturales, hasta que le llevaron a una isla para acabar mirando al mar, apagándose en una época agónica, sin fuerzas para ver más. Seguir la vida de Saramago desde el 22 es entender la atrocidad del nacimiento y el crecimiento del neoliberalismo, pues él ya veía hacía tiempo el lugar al que nos llevaba el bombazo económico-financiero y todas sus consecuencias. Murió plácidamente, dicen, espero que soñando con todo aquello que verdaderamente quería, la juventud, la justicia, la verdad. Poco a poco los Saramagos se van y nos dejan un camino labrado sin semillas para plantar. Me pregunto si al final decidió hablar con el Otro, o simplemente se tiró al mar, de cabeza, y buceó rejuvenenciendo a medida que llegaba a asir las sonrisas de las sirenas. Me gusta preguntarme cosas sin respuesta, mejor así. La mayoría de las respuestas que me dan son mentira.

Para más información sobre Saramago:

http://issuu.com/acescritores/docs/r100optimizado

Número especial dedicado a Saramago de República de las Letras, la revista literaria de ACE.

No hay comentarios: