viernes, 29 de diciembre de 2006

KI-MONITOS


"REGALA A TUS SERES QUERIDOS LO QUE TE GUSTARÍA REGALARTE A TI"
Pero antes, piensa en la talla adecuada.


FELIZ 2007

jueves, 28 de diciembre de 2006

HAIKUS TERROGLÍFICOS

I
Sigues el rastro del rostro infame.
Te despiertas sobrecogido.
Está a tu lado; no era un sueño.

IV
Acapara mi metamorfosis con un silbido.
Me rompe los tímpanos.
La sangre le salpica.

VII
Por la noche me enseña el filo de la katana.
Se acurruca a mi lado.
Al amanecer solo está su meñique.

III
Cuculito de Gombrowicz.
¿Dónde está Polilla?
Violando al peoncitito.

XII
La visión te rompe la pituitaria; te deshace el hígado.
Son las entrañas de tu víctima.
La víctima eres tú.

V
Alaridos de dos hermanas.
El hombre de la casa se ha suicidado.
Le dio tiempo a acuchillar a su mujer.

IX
Se la comió viva.
Se lo comió muerto.
Se devoraron porque tenían hambre.

XI
Paseo sin piernas.
Miro sin ojos.
Rio sin boca.

VI
La violó con la mirada.
Dejó correr tiempo.
La siguió hasta el baño.

II
El bebé no lloraba.
Su madre si.
Le dejó caer sobre la corriente del río.

X
La mujer abandonó a sus hijos.
Se escondió en la montaña.
Se convirtió en chimpancé.

VIII
Me temo que hoy no te veré.
Tú tampoco a mi, el amor nos mata.
Llevas mis ojos en tu mano; los tuyos en las mías.


© Twiggy Hirota. 2006

miércoles, 27 de diciembre de 2006

VIOLADORCITOS DE LOS CUCULITOS

Te violan el pensamiento y las ganas de comer. Las orejas; misma técnica que Polilla. Algunos violadores no se dan cuenta de sus violaciones pero lo hacen constantemente con la nariz, con los ojos, con los dedos gordos, con las uñas lacias, con sus propios pezones y con sus fachas. Violan con todo aquello con lo que pueden y a todo aquel que se deja. No es fácil no dejarte violar ya que los violadores están por todos los sitios y son tan sibilinos que muchas veces no es fácil verles venir.

Son familiares directos de los vendemotos, los que ni siquiera saben qué son los objetos de dos ruedas. Pero se montan carreras orgiásticas en triciclos inmóviles y se creen con la razón absoluta. Los vendemotos y los violadorcitos se van de copas juntos y se enseñan sus últimas adquisiciones. El primero ha conseguido las coletas de una joven y se ha hecho un llavero con ellas. El segundo advierte que es la misma joven a la que él ha violado la sonrisa. Se vanaglorian de ello. Se ríen a carcajada limpia; lo celebran con la desfachatez de sus fachas podridas, con gusanos blancos que las chupan animados. Son unos cerdos entusiasmados con su cinismo. Se rifan sus técnicas de violación y planean alguna nueva que no hayan acometido mientras el violador viola los gusanos que se divierten en los poros de su cara.

Les huelo de lejos. Ya me he topado con unos cuantos. Muchos les hemos olido de cerca. Por eso trato de leer su pensamiento poroso; no deseo ser víctima de sus violaciones. Quizás adelantándome a sus actos pueda impedir una nueva violación. No es tan fácil. Sagazmente te violan el alma, hasta la angustia y el dolor. Son expertos en violación blanca. Cuando te violan el cuculito entonces es cuando te das cuenta de que llevan años violándote por todas partes. Así es cuando chillas y dices basta, violador. Si quieres violar a alguien, viola a tu madre, que para eso te parió. Pero cuando vas a decírselo es cuando eres consciente de que es mejor callarte porque ellos aprendieron a violar violando a sus propias madres, por dentro y por fuera. Así que tú ni siquiera eres una víctima. Eres tan solo la mejor amiga de Folimor forrado de niño, un sucedáneo de carne humana. Y cuando te has mirado al espejo y te has visto violada por todos los sitios y lugares no te ha quedado más remedio que autoviolarte a ti misma para no dejar ni un solo hueco en tu cuerpo sucedáneo para los violadores.



Reflexiones a raíz de la lectura de Witold Gombrowicz. Ferdydurke. Seix Barral, 2001.

viernes, 22 de diciembre de 2006

POR UN DOLAR Y MEDIO

La patética vida del republicano fascista.

Por extraño que parezca este hombre de ojos turbios y boca pequeña se tira de los pelos de la ceja derecha pensando en su siguiente víctima. Es un devorador de mascotas y le gusta lidiar con los toros. De familia le viene al galgo. Es un sabueso. Cuando los demás se dejan les roba el alma en su cara y se vanagloria de ello. No tiene escrúpulos aunque le guste convencerse de lo contrario.

Pensativo, mira de frente, sin ver más que dentro de su cabeza imágenes inventadas y filtradas por sus desgastadas conexiones cerebrales. Nada le impide saberse con la verdad, su verdad, sus principios. Lo que no entiende del todo es que su verdad es una verdad de su ficción. Que en la realidad del mundo de los mortales, esa “su verdad”, no funciona. O si funciona es sólo con aquellos que ambicionan su mismo trono. ¿Qué trono ambiciona el republicano fascista (en adelante el repucista)? El de la gloria, el del poder, el de saberse famoso sólo para conseguir sus propósitos. Hacer lo que le gusta al precio que sea, eliminando de su camino a aquellas moscas cojoneras que se posan en su costado.

A este ser diminuto (él se cree grande), de mirada triste, le he enviado por correo, todas las Navidades desde hace siete años, El Príncipe de Maquiavelo, no para que aprenda con él, sino que aprenda de él lo que no se debe hacer. Que su arte de la lidia sirve para el campo, para el coso, para los patronos y los caciques, pero que en este otro mundo donde no hay toros ni toreros no hace falta ir de faroles ni de órdagos. Los cuernos aquí no se llevan, vivimos en otra zona de España donde no se exporta el semen ni el machismo, sino la diplomacia y las negociaciones serias. El repucista no me conoce, así que creo que ni siquiera ha abierto el paquete que le he enviado, con cariño, durante estos últimos años. Y a mi me da tristeza porque le veo en la televisión y en los periódicos, le veo en el supermercado, le encuentro en haciendo cola en el cine y me parece un ser que no tiene a nadie que le entienda. Somos casi vecinos, por eso le conozco y coincidimos en lugares públicos, pero no me atrevo a presentarme ante él y darle el libro en la mano. Él, obviamente, no ha reparado en mí. Está demasiado preocupado de sí mismo.

Conociendo sus vicisitudes por amigos comunes creo que su orgullo y olor de macho cabrío me pegarían tal bofetada y me aplastarían contra cualquier muro que tengo por seguro que mi cuerpo saldría perdiendo con el encuentro; no mi alma. Mi alma se liberaría de este peso, de esa incomprensión de saber que existe alguien que utiliza sus armas de forma incorrecta para acaparar una riqueza robada gracias al arte de la venta. Y cuando le sale mal entonces el repucista enloquece y amenaza de forma despótica. Lanza su semen para cegar a su víctima y una vez ciega le hace tres verónicas para marearla y finalmente le clava la espada victorioso. No sabe que la sangre de su víctima mancha la bandera republicana de la que se enorgullece. O si lo sabe lo olvida cuando se le calienta la sangre. Esa sangre tinta el morado de su ideología de rojo. Y su aparente lucha por la igualdad, porque no haya reyes que vivan a costa de los demás, por la independencia... se convierte en un fascismo inaudito difícil de excusar. Aquel que es fascista por convencimiento tiene su alma en paz. Pero el que no lo es, el que reniega de ello pero en el fondo lo es, vive en una infelicidad tan grande y es tan dañino, que es mejor no considerar.

He oído decir que lo que en realidad le pasa es que es un neurótico, un esquizofrénico, un enfermo... Y también he oído decir que machaca a sus víctimas en el momento en que ellas menos se lo esperan y cada vez de forma más atroz. Que si tiene un problema con uno se lo recrimina al otro y viceversa. Y que él mismo repite y se repite que enloquece. No se si es verdad. No he tenido ocasión de hablar con el repucista, ni compartir con él tiempo para saber si eso es así. Cualquier cosa que me cuenten de él puede pecar de subjetivismo y prefiero siempre escuchar unas cuantas versiones y comprobar las cosas por mi cuenta para intentar ser lo más objetiva posible. Pero algo de eso debe haber cuando una gran mayoría así le ven.

El repucista se rodea de ingenuos por un lado, que creen en sus memeces y en sus engaños seminales, y de buitres a los que les gusta la sangre. Les gusta chupar y chupar y participar de orgías de poder, porque prácticamente no tienen principios. Se rigen por la ley del dinero, en todas sus versiones, por las leyes del déspota poderoso caballero... el mismo por el que los gobernantes americanos consienten en matar a los pobres inocentes. ¿Quién es el repucista? ¿O quién se cree que es? Para él, según sus conocidos, alguien es según se le conozca en los medios (los que mienten y están comprados e informan en mor del dinero que puedan sacar de todo ello). El repucista sale en fotos porque se deja fotografiar en eventos públicos al lado de pobres mujeres jóvenes que buscan la fama más que él. Entonces se cree alguien. Pero hasta esas fotos están pactadas y él tiene que dar algo a cambio por ellas. Este ser sin entrañas y sufridor chupa la sangre de todo el que puede y lo primero que analiza es su cuenta bancaria. Tanto tienes, tanto vales. Si no sales en las fotos pero tu cuenta bancaria es abundante o puede sacar algo de ti, entonces puedes entrar en el club de amigos del repucista; un elemento digno de estudio pues es un ser complejo y patológicamente enfermo que desgarra a todo aquel que no cumpla los requisitos de persona non grata para él. A los pobres también les ayuda y les promete el oro y la mirra porque ellos le devolverán los favores cuando lo necesiten. Cualquier persona, a primera vista, puede caer víctima de un ser así. Un ser sonriente y energético que vende su alma al diablo por un dolar y medio. Un dolar le parece poco, pero un dolar y medio ya es suficiente para que te traicione.

De este personaje público también me han contado que se prostituye con cualquiera. Que no es refinado ni exquisito en sus gustos. Que para algo rápido cualquiera le da igual. Una amiga suya, que no mía, me confesó, sin saber que yo estaba estudiando la figura del repucista, que éste no tenía ningún respeto por las mujeres. Ella estaba casada y él la llevó con promesas a su mundo de ficción. Y varias amigas suyas, casadas también, pasaron por sus manos, todas con la promesa de un mundo mejor. Llegados a un punto escabroso de uso y disfrute de las mujeres, por el derecho de ser hombre, este personaje dicen las obliga y las viola amenazándolas que si no le dan lo que quiere ellas acabarán muy mal. Porque gracias a él, según se cree, ellas tienen la oportunidad de estar, que no de ser, pues eso es inherente a su propia persona.

Otro caso de mujer afectada por ese hombre unicejo y machista encapuchado con una sonrisa de amiguita, fue la mujer que le denunció públicamente por falso testimonio, por abuso sexual, por violación y amenaza contra su propia vida. Este fue el único que trascendió a la prensa y motivo por el que él se retiró a sus palacio pagado con su sangre y la sangre de otras víctimas. Utilizó todas las estrategias posibles para salir victorioso de su falsedad y abuso y finalmente el juez dictaminó enfermedad mental del individuo. Muchas mujeres nos cuestionamos cuanto se le pagó al juez por dictaminar esa sentencia o de qué forma se le amenazó. En el mundo caciquil, borreguil y todavía dominado por los hombres en el que vivimos, es más fácil que uno que sale en las fotografías gane un juicio antes que una mujer violada. Se dice que esa mujer era una provocadora. Que su belleza y sus palabras le provocaban. La mujer estuvo a su lado al principio porque creyó en la parte de bueno que él tiene (igual que todo el mundo). El porcentaje de bondad y maldad de cada persona depende de muchos factores. Pero el repucista tenía mucha más malicia y nepotismo que bondad. Cuando mostraba su cara buena y lloraba, y pedía clemencia, y pedía amor para un solitario, y pedía compañía, ella le creyó. Más tarde la mujer que le denunció decidió abandonarle porque conoció la naturaleza corrupta y enferma de su alma. Pero él no pudo asumir esa batalla perdida y la violó cuantas veces pudo, la utilizó en cualquier esquina con falsas promesas. La metía mano en cualquier reunión con cualquier pretexto sin asumir que ella ya no le pertenecía, y que nunca jamás le perteneció. Ella, asqueada y dolida por su comportamiento, se alejó de él. Y cuando ella pedía con justicia como empleada que se le reconocieran sus derechos de trabajadora, él, al no poder tocarla ni utilizarla más, la vapuleaba lleno de rabia. Para él no era más que una mujer... Un prostituta más, como lo eran todas las mujeres del mundo menos su madre y sus hermanas. Por supuesto la reina y la princesa también lo eran pues él era republicano. La memoria de la República sin embargo estaba ensuciada con su apoyo, también dentro de los que la apoyaban empezaba a ser una persona non grata, y dentro del fascismo, un paleto sin agallas pretencioso. Así que nunca dejó de ser más que un don nadie que se vendía por un dolar y medio.

Cuando muchos años más tarde la mujer que le denunció murió, él no fue a su entierro. Él ya estaba muerto hacía tiempo. El único reconocimiento que tuvo el repucista el día de su muerte fue que uno de sus pocos sirvientes del momento le metió un dolar y medio en la boca. Y sus pocos allegados que quedaron vivos, los que con él jugaban al juego de El Padrino, en las fiestas y en las reuniones del tres al cuarto, se pegaron por ese maldito dolar y medio hasta destrozar la cara del difunto, de tal forma que ni en las fotos post mortem pudo reconocérsele.

YOSHIKI Y SU PANDA

EL LIBRO MUERTO

Cuando Mateo llegó a la presentación de su libro intuyó que todos estaban muertos. El muerto era él.

miércoles, 20 de diciembre de 2006

COLORES DE UN TOKIO



PRESENTACIÓN DEL LIBRO
20 DE DICIEMBRE DE 2006 19:00 horas
ACE. C/ Covarrubias, 3 - bajo. 28004. Madrid
BLANCO
Lee. Sus ojos absorben las palabras. Las pupilas las devoran. Las páginas quedan en blanco. Le pasa siempre que lee en el parque Yoyogi. Fuera de allí, los libros en sus manos se comportan de forma normal, como lo hacen con la mayoría de los lectores. Pero cuando lee un libro en el parque Yoyogi, éste se borra para siempre de las páginas y de su cabeza.

Se levanta del banco que está junto al lago rodeado de árboles y grajos negros que le observan. Piensa, mientras hace desaparecer el último párrafo del libro que tiene en las manos, que esas lecturas, a pesar de ser olvidadas, se han convertido para él en una experiencia mística y necesaria, una droga que aún a sabiendas de todas las secuelas que va a dejar necesita para seguir viviendo.

Tetsu, ojos y pelo del color de la tinta caligráfica, cierra su libro cuando termina de leer la última página y lo observa entre sus manos fibrosas. Desaparecen las letras de la contraportada, las impresiones, los colores, y el manuscrito se convierte en una libreta blanca, virginal, como si esa historia no hubiera existido ni para él ni para nadie. El japonés agarra con fuerza la libreta, para que no desaparezca la prueba, y camina con timidez por la calle asfaltada que rodea el parque. Trata de esconderse con su secreto, para que no le miren como a un raro, aunque hay mucho raro en Tokio y podría pasar desapercibido. No está seguro de que sea cierto lo que ha leído en el periódico sobre la nueva secta de lectores de libros en blanco. Sus seguidores, los no lectores, se reunen en silencio enfrentados a sus páginas vírgenes, ríen y sienten emociones con los personajes que ya no existen.

Tetsuchan, como todavía le llama su madre, a pesar de su edad, sale en la estación de Asakusa y se mete por una callejuela oscura, estrecha, con pequeños restaurantes de madera, conservados desde hace cientos de años, donde los trabajadores de la zona, algunos trajeados, sorben los noodles del mediodía. Entra en uno de la parte derecha del callejón; en la pequeña barra central del restaurante caben cinco personas. El lugar está vacío a excepción del cocinero. Pide unos noodles y los sorbe a toda prisa. Cuando termina paga y pregunta educado al cocinero por una dirección. El cocinero no entiende uno de los kanjis escritos rápidamente en un papel, la dirección de la secta de lectores de libros en blanco. Cuando el cocinero entiende, sonríe. Ya sabe de lo que está hablando. Sin más dilación, el cocinero levanta su cuchillo de cocina y amenaza con sus ojos rasgados la sombra blanca del intruso.

Twiggy Hirota. Colores de un Tokio (Blanco, rojo, rosa, negro, verde, azul, dorado y violeta). Microrrelatos. Forma parte del libro VV. AA. Conrado Arranz, Twiggy Hirota, Mateo de Paz, David Urgull. Sexo, colores y cianuro. Edaf-ACE. Colección Voz y Tiempo. 2006.


martes, 19 de diciembre de 2006

DEVORADORES DE CANAPÉS

Me masturbo, me masturbo en tu cara. Esto es un blog. Como dice Hiro, un colega nipón, los blogs son masturbaciones en la red. Sirven para follarnos nuestra vanidad y para desparramar sabiendo que sólo nos leerá alguien que se confunda de página, o algún que otro colega que le divierta la diseminación mental. El semen se esparce en forma de letras que forman frases y en ellas se traviste una soledad sin precedentes: la soledad del siglo XXI, ni mejor ni peor que las soledades de los siglos anteriores. Quiero hacer una pequeña aclaración, por si alguien ha llegado a dudarlo: no tengo semen, porque soy mujer, pero como si lo tuviera, porque este líquido sale de mi cerebro y se llama como yo desee que se llame y tiene la textura que se me antoje. Me masturbo en tus ojos solo porque creo que a estas horas de la noche no tendrás la cámara encendida. Porque me importa poco lo que puedas pensar de este texto. Porque es espeso pronunciarse sobre los guionistas (véase la reflexión: GUIONISTAS: CAMINO DE LA GLORIA), aunque necesario, y me quiero desquitar de la otra noche. Lo es también expresarse sobre los escritores, esto no es tan necesario, ya se expresan ellos por sí mismos con libros vulgares y comerciales o con artículos en periódicos, básicamente de lo que viven. Las páginas de los mismos nos infectan con noticias basura, con opiniones políticas mayormente vulgares escritas por ¿escritores? ¡Ah no!, por periodistas, que muchos se consideran escritores. O escritores periodistas... No leo los periódicos. No hay ninguna tendencia política que quiera asentar en mi cerebro, por eso no me identifico con ningún diario, ni semanal, ni mensual. Como no pierdo el tiempo en leer el periódico, me masturbo. Ya que tengo que dedicar mi tiempo a algo, prefiero hacerlo a este placer. A masturbarme en el blog, una adición funesta y vulgar como las muchas adiciones que hay. Los lectores de libros malos y los lectores de periódicos son también adictos a perder el tiempo. Y la culpa de que los lectores de libros malos pierdan el tiempo la tienen los escritores del mercado. Los que inundan los grandes centros comerciales. Muy bien sabemos todos a los que me refiero, pero no quiero nombrarlos para hacerles publicidad gratuita. Los escritores ¿best sellers? son primos hermanos de los guionistas comerciales –que en realidad son pocos. Ambas familias se retratan en las revistas de la prensa rosa literaria y se pegan codazos en las fiestas, a escondidas de los fotógrafos, tratando de agarrar primero el canapé más jugoso. Y para parecer interesantes hablan de política, exactamente de la misma de la que escriben. Es más, se repiten. Están acostumbrados a vivir siempre dando la misma conferencia. Los escritores del mercado también se masturban pero lo hacen en las tapas de sus libros, frente a su propia foto, mejor si es en color, con libros detrás. Los guionistas se masturban un poco menos porque les resulta bastante más fácil poner a los personajes de sus guiones a follar, así se desquitan. El productor quiere sexo en el guión. Sexo, sexo, sexo. El sexo vende. La masturbación, si es disimulada, también. ¡Cuidado con los canapés! A veces los camareros de las fiestas pacatas, hasta el gorro de todas estas familias de chaquetas desgastadas por los codos, se masturban en la cocina, encima de las bandejas de los codiciados canapés. Desde luego a mi me lo han contado. Por eso lo celebro masturbándome en mi blog, dejando correr mi semen por tus ojos ahora que se que has encendido la web cam.
Un buen libro, para amantes de los escritores a los que no les gustan los canapés: los escritores que dejan de escribir. Enrique Vila-Matas. Bartleby y compañía. Anagrama, 2005.

domingo, 17 de diciembre de 2006

GUIONISTAS: CAMINO DE LA GLORIA

No es un lugar inventado, ni un lugar de ensueño, ni siquiera un espacio de la ficción. Es la cruda realidad de los que son y/o quieren estar. Los pseudo guionistas de España, algunos, por pura idiosincrasia se manifiestan poseedores de una buena historia, y algunos de esos algunos seguro que la tienen. En el camino de ortigas y zarzas que hay que recorrer hasta llegar a la dulce casa decorada con piedras preciosas, uno puede encontrar cualquier animal legendario, voraz y hasta demoniaco. Hay muchos elementos en juego y la mayoría de ellos de pura supervivencia, lo cual convierte “the yellow brick lane” en un lugar que se ama y se odia a la vez.

Sobre la perversión del querer ser o no guionista hay varias opiniones encontradas. La del sí. ¿Quieres ser guionista? ¿Eres guionista? Continúa, escribe, cúrratelo, ten paciencia y lo conseguirás, aunque una vez arriba no hay nada que te asegure su permanencia en ese lugar de ensueño. Y los detractores: “Si mi hijo quisiera ser guionista le asesinaría”. Entre ambas opiniones hay un espacio intermedio reservado para aquellos que no son unos ilusos, digamos los más escépticos, aquellos que realmente creen en sí mismos. No ya en el guión como medio, ni siquiera en el mercado como puente para desarrollar el medio, sino en la realidad propia y la realidad que le rodea. Escribir o no escribir, ese es el dilema.

Nos alimentamos de cursos. Devoramos datos y nos quedamos con aquellos que nos interesan. Si somos guionistas o no... Eso lo dicta algo dentro del corazón. No importa si se vende o no una historia –lo maravilloso sería venderla. Hay muchos buenos guionistas que nunca han “vendido” una historia, y sin embargo hay una cuantos malos guionistas que tienen las puertas abiertas, por curiosas circunstancias, viven y comen escribiendo y se pavonéan con sus egos en fiestas de guardar. Bien por ellos. Esa es parte de la razón por la que se dice que la calidad del guión en España es una basura –con excepciones, por supuesto. Y si, yo lo creo. Después de leer, analizar y supervisar muchos guiones te das cuenta de que a las historias que se crean en este país les falta ritmo, los personajes suelen ser arbustos a la sombra del modus vivendi meramente español, y los guionistas y pseudo guionistas tienen tantas ganas de que sus hijitos salgan a luz que los paren prematuramente. La paciencia es importante. Los contactos. Escribir, reescribir y reescribir. No estoy contando nada nuevo. Pero hablando de esta realidad que suena un poco a invención quiero mostrar la cara más simplona de algo muy profundo.

Es el mercado, por desgracia, el que conforma a unos seres ávidos por hacer dinero. Contar historias es maravilloso, sobre todo si las historias son buenas y uno las sabe contar como se merecen. Pero “los otros” no quieren que les cuenten historias, quieren todavía más dinero. Y aquellos, más todavía. Y los unos y los otros se regodean pensando en cuánto va a ganar cada uno. Es verdad, esto nos importa mucho: que no nos timen, que no se aprovechen de nuestra predisposición de querer contar historias como sea, que no abusen de nuestra necesidad de compartir historias con otros... Pero la cosa no va por ahí. El problema de fondo no es saber cuánto cuesta un guión, que si, por supuesto, pero primero hay que saber escribir y escribir bien. Hay que tener una maravillosa historia entre manos con unos cuantos ingredientes atractivos para muchos, hay que saber ponerse en la posición del otro, de los otros, de los de más allá, y con toda esta macedonia de puntos de vista parir una criatura bella en el momento oportuno, y cuidarla en su recorrido por la vida hasta que se haga mayor de edad y decida valerse por sí misma. Si no lo hacemos nosotros, ellos no lo van a hacer. Hay, como todo, que aprender a parir, que estudiarse el camino mientras se siente, hay que formarse en las escuelas adecuadas, con los profesores correctos, y escribir un huevo, dos huevos, tres huevos. No existen esas escuelas, no hay agentes de guionistas porque hasta en esto se sigue el esquema caciquil español implantado hace siglos en esta sociedad. No interesa a los que ya están asentados ni a los productores. En realidad, la industria es un poco falsa. Se produce mucha basura por amiguismos. Las subvenciones se dan en cenas y también en fiestas de guardar. Seguimos yendo a la misa para confesarnos y sonreír al cura de lejos a ver si perdona nuestros pecados y de paso nos da una sabrosa hostia que recibimos con gran felicidad.

Estoy segura de que en estos cursos, seminarios, encuentros de guionistas profesionales, guionistas noveles y pseudo guionistas hay mucha ilusión y muchas ganas de comerse ese mundo que está ahí fuera. Pero sólo, por desgracia, un mínimo porcentaje lo conseguirán con resultados satisfactorios. Y de ese mínimo porcentaje unos cuantos tendrán que comulgar.

En cualquier caso, contar historias que nos apetecen es siempre un placer. Así que mientras decidimos a qué productor, distribuidor o director se va a abordar para que nos produzca “nuestra maravillosa historia” y nos de una bonita hostia, escribamos. Pues mientras hacemos eso estamos cultivando el estilo, la pasión, la tenacidad, la reescritura, y mientras no pensamos en lo que, por desgracia, le va a pasar a ese hijo nuestro cuando se haga mayor. Mejor disfrutar del momento. Carpe Diem. Escribir por el mero placer de hacerlo y hacerlo bien. No escribir sólo pensado en los otros –aunque muchos lo aconsejen. Los otros, ahora... en esta fase de sentir al niño dentro ¡que les den! Pues nuestro momento de gloria, de verdad, está en el camino de creación de la página 1 a la 120.

Reflexiones después del interesante curso Los guionistas frente al mercado audiovisual. Celebrado el 16 de diciembre de 2006 en Madrid. Impartido por Valentín Fernández-Tubau.

sábado, 16 de diciembre de 2006

IMAGEN DE UNA MANO

Escucho tu voz. Dentro. Tus labios me hacen cosquillas en las paredes del estómago. La sonrisa de ese pequeño ser que vive conmigo y me susurra que no hay nada real. Que todo es susceptible de cambio porque no podemos controlar lo que sucede ni en el exterior ni el en interior de lo corpóreo, lo poco consistente que parece darnos cierta identidad. La voz tiembla después de experimentar ternura y erótica. Se convierte en espiral dentro de los nódulos, ahí duda; le cuesta salir. Te entiendo. Es de esas pocas veces que nos sentimos igual -los dos entes más importantes que compartimos esta materia. Me petrifica ese gesto, la mano de Gong Li en The Hand, de Wong Kar Wai. Ese movimiento poético y sutil de su mano blanca y temblorosa que estalla en nuestro pecho y asciende hasta la nariz y los ojos. Igual que un final de un buen libro. Casi igual. Me complace. Ya se que a ti también te complace. Está bien: nos complace. Hablaré en plural, como así lo prefieres. Ahora lloremos para deshacer la espiral que nos impide respirar, la que se agarra a la garganta por pura emoción del arte más elevado que la naturaleza e incluso el hombre pueden engendrar. Y después de compartir este desgarro emocional, separémonos, de nuevo. Es la mejor forma de habitar dentro de este cuerpo.
Eros (2004). Michenlangelo Antonioni (Il filo pericoloso delle cose), Steven Soderbergh (Equilibrium), Kar Wai Wong (The hand).

jueves, 14 de diciembre de 2006

SHOOTING THE HEART OF THE EARTH

The Heart of the Earth (El Corazón de la Tierra).
Dirección: Antonio Cuadri.
Producción: España, Inglaterra, Portugal.
Rodaje: Huelva y Madrid.
Estreno mundial: 2007.
Para más información ver link.

Ahora estoy trabajando en el making of de la película. En la web encontraréis algunas entrevistas con los actores que grabé durante el rodaje (Catalina Sandino Moreno, Sienna Guillory, Philip Winchester, Bernard Hill, Joaquim de Almeida, Ana Fernández, Fernando Ramallo). Lo mejor es el tráiler que se puede ver nada más abrir la página. También ahí podéis conocer más sobre esta historia que sucedió en la Huelva del siglo XIX, cuando el imperio inglés explotaba a los mineros del Sur de España y que todavía hoy se recuerda con gran indignación. Los lugares de rodaje, la mayoría parajes naturales que se conservan igual que hace más de cien años, son realmente impresionantes.



Riotinto Mines (Huelva) Spain. Photo montage: Jonny Spencer. May, 2006

CONFIDENCIAS DE YUKIO MISHIMA

Una reflexión en boca de El Jefe, el amigo de Noboru, protagonista junto con Fusako, su
madre, de esta historia colmada de poesía y destreza: El marino que perdió la gracia del mar. De una profundidad abrumadora, de una realidad sórdida. Mishima regala esencias metafísicas en sus párrafos; es un maestro del punto de vista en el relato.


"Los padres son el mal mismo; representan todo lo feo que hay en el hombre.
No existe nada parecido a un padre bueno, pues el papel de padre es malo en sí mismo. Padres estrictos, padres blandos, padres agradables y moderados... son todos a cual peor. Se plantan en medio de nuestro camino hacia el progreso, tratan de cargarnos con sus complejos de inferioridad, con sus aspiraciones insatisfechas, con sus resentimientos, con sus ideales, con las debilidades inconfesas, con sus pecados, con sus sueños más dulces que la miel, con las máximas que no han tenido el coraje de seguir... Les gustaría descargar en nosotros toda esa porquería. ¡Toda! Ni siquiera son diferentes los padres más negligentes, como los míos. Les remuerde la conciencia por no haber hecho el menor caso a sus hijos, y quieren que los chicos entiendan cuan intenso es su dolor. ¡Quieren compenetrarse con ellos!
En Año Nuevo fuimos a Arashi Yama, en Kyoto, y cuando estábamos cruzando el puente de las Lunas le pregunté al viejo: "Papá ¿existe alguna finalidad en la vida?" Ya veis adonde quería ir a parar, ¿no?; lo que en realidad quería decir era: Padre, ¿puedes darme siquiera una razón para seguir viviendo? ¿No sería mejor desaparecer cuanto antes? Pero una insinuación de primer orden nunca logra llegar a un hombre así. Se limitó a mirarme sorprendido y con ojos de loco. Odio ese tipo de ridícula sorpresa adulta. Y cuando respondió por fin, ¿qué creéis que me dijo?: "Nadie va a proporcionarte una finalidad en la vida; tienes que encontrar una por ti mismo".
¿Que os parece esa moral estúpida y trillada? Se limitó a apretar un botón y ¡ahí tenéis!; con una sola frase se quitó de encima toda la responsabilidad de un buen padre".

Un silencio para la reflexión sobre la figura de los padres...

Yukio Mishima. El marino que perdió la gracia del mar. Título original: Gogo no Eiko. Alianza, 2006

miércoles, 13 de diciembre de 2006

EL GRITO DE MICHAEL JACKSON

El sol dora y calienta los cuerpos de los adolescentes y los niños sentados al borde de la piscina. Los más jóvenes mecen sus pies en el agua reluciente, que ondea bajo una luz cegadora. Los adolescentes, a lo lejos, ríen acalorados por la temperatura de sus hormonas. El que tiene más acné infectado, Luis, deja correr un hilillo de saliva por la comisura de sus labios carnosos mientras mira de soslayo a Lara. Ella es más delgada que él, pechos desorbitados, misiles en potencia para cualquier joven del lugar. Las hormonas de todos ellos, e incluso ellas, los desean. Quieren poseerlos. Muchos no saben que Lara tiene una deficiencia imposible de ver a primera vista. Luis si lo sabe, pero no le importa. Ni ahora ni las cientos de noches que ha pensado en ella en la cama.

A lo lejos las madres primerizas no quitan ojo a sus retoños en la zona de la piscina que menos cubre. Los retoños las ignoran porque la sensación de gozar con el agua es mil veces superior que cualquier abrazo de mamá. Esos ya los tienen superados después de meses de succionarles la leche. Ahora les priva lo nuevo. Y aunque sus madres se atraganten con cada gesto brusco de ellos, aunque ellas suspiren y rían frente a sus amigas con un ojo, y estén alertas y al acecho con el otro, a los niños no les importa lo más mínimo. Ni son conscientes de ello ni lo serán hasta bien entrados en edad.

En el otro ala de la piscina, que solo abre los meses de verano, los gritos juveniles se mezclan con el Thriller de Michael Jackson. Está de moda. Lo dicen las cadenas de radio. El mulato, que fue negro y luego será blanco, no deja de vender. Número uno en las listas mundiales. Y número uno en el hilo musical que ponen en su loro los guays del pueblo: los heavies; los que fuman porros y utilizan camisetas de AC DC. No lo hacen por que les guste Michael. Obviamente pasan de él. Pero les gustan las chicas que lucen tipo a unos metros de ellos y a ellas parece gustarles el tal Michael. Las jóvenes agitan sus caderas, se les mueven los bikinis, y se les exageran las curvas. Los guays tratan de simular que las ignoran y que se ríen de ellas, pero a casi ninguno les importaría tirar sus camisetas negras sudadas y con motivos heavies a la basura si cualquiera de esas chicas, incluso la más fea, se les pusiera delante y les propusiera “algo”. Ellas son poperas, como casi todas las chicas de su edad, y se saben observadas por los idiotas y pringaos, como así denominan a los heavies. También conocen a los viejos del pueblo que las miran con ojos saltones, aunque no hay muchos en el recinto pues es un reducto copado por jóvenes y madres, también envidiosas del tipazo de las adolescentes.

A las cinco y veinte todo se congela, menos el agua. Se congelan las miradas de Luis y Lara, que media hora antes se daban su primer beso en la boca en los baños públicos de la piscina, desconchados y malolientes. Las madres que acaban de sacar a sus retoños del agua no dan crédito a lo sucedido. En el fondo piensan que se alegran de que no las tocara a ellas, pero el horror es tan grande que solo algunas tienen la capacidad de pensarlo en esos instantes. Se paralizan los movimientos de cualquier órgano como manos, brazos, pies, piernas, cabezas, orejas, lenguas, ojos. A algunos incluso se les paralizan los pulmones, los riñones, el estómago y a muy pocos el corazón. El agua se tiñe de oscuro, incluso el cielo que se refleja en el agua se vuelve denso. Los heavies guays siguen sentados pero sin mover ni un ápice de sus cuerpos de queso. Ni una glándula sudorípara deja salir el sudor de sus cuerpos, ni dentro ni fuera de sus camisetas. Al otro lado de la piscina, los tres únicos viejos que están en el lugar, cerca de la puerta de salida, justo en las escaleras de cemento, se quedan inmóviles y no emiten ni un carraspeo. Suena sin querer y con vergüenza por parte de su propietario el marca pasos del corazón del viejo que está en medio de los otros dos. Y de la tensión un pelo blanco cae al suelo, al mismo ritmo y al mismo tiempo que una hoja de un árbol cae sobre el agua de la piscina. Las adolescentes contraen sus músculos, más todavía, y guardan su pecho, un pecho ahora tembloroso y tímido, falto de expresión sexual porque sus propietarias se han cohibido y agazapado en el pozo de lo terrorífico. Y Michael Jackson, escuchado en esa gran piscina de verano por tercera vez en el día, emite su grito de victoria, yiii jiii, zafio y grotesco en ese momento.

El suelo de la piscina se tiñe de rojo. Pero el cemento viejo que la rodea, el lugar donde todos los seres congelados permanecen, aparenta la serenidad de la ceguera. La pocas plantas, césped y algunos árboles que hay en el lugar se giran para no ver, no les interesa lo que allí sucede, o más bien no va con ellos.

A las cinco y veinte, justo en ese minuto, un guay a duras penas logra apagar el loro después del estúpido grito de Michael Jackson. Y se hace un silencio sobrecogedor en el lugar. Los pechos de Lara flotan en la superficie del agua, solos, sin dueña. Y nadie sabe quién se los ha cortado. Cualquiera podría haberlo hecho.