lunes, 8 de noviembre de 2010

DE ALTA ALCURNIA

Para vender libros, aparte de jugar las bazas estéticas y de diseño de cada momento, los editores o autores pueden recurrir a unas cuantas estrategias usando los ya consabidos medios clásicos de comunicación (radio, televisión y prensa) o de los que nos servimos los que no contamos con medios para pagarnos nuestros propios periódicos, léase las webs y redes sociales con las que se intercomunica un alto porcentaje de población de clase media. Los medios entonces están claros. Ahora la forma: se necesita llamar la atención dentro de esos medios puesto que hay tantísima información que uno tiene a desecharla inmediatamente, casi sin leerla. Sabemos que de leer todo lo que nos llega por la cantidad de canales por los que nos interrelacionamos con el resto del mundo, no tendríamos vida propia.
Unos de los libros más fáciles de vender suelen ser las biografías, sobre todo por esos grandes secretos escondidos que no sabemos del personaje retratado en cuestión (archiconocidos la mayoría de las veces por unos cuantos grupos de poder), léase músicos impotentes de tantas drogas y tanto alcohol que se han metido para el cuerpo y que no han dejado de hacer orgías para fotos con chicas playboy, políticos ejemplares que un día se dejaron acariciar por el aura del poder y el dinero fácil y con los años empiezan a chochear sin distinguir la ficción de la realidad, o las tan conocidas biografías de reyes y aristócratas que han minado la historia con escarceos baratos, abortos en viajes a las islas Caimán, o enfermedades mentales guardadas en armarios art decó heredados de la trapiña de sus antepasados. Como ya saben a qué me refiero, no voy a dar nombres, pero sí unas pequeñas reflexiones: ¿para vender libros de biografías hay que destapar secretos oscuros de las víctimas del mercado? ¿acaso esos secretos no son más que deslices humanos que convierten a reyes en verdugos y a las estrellas en personas débiles? ¿cuánto está dispuesto a pagar el comprador de libros por conocer secretos de sus ídolos, sus totems, y sus figuras públicas teniendo en cuenta que en un país como España la venta de revistas del corazón y de prensa deportiva supera con creces las publicaciones de divulgación educativa? Pues eso seguro que se lo podrán responder los publicistas, que tienen porcentajes y análisis de todos los movimientos y creencias del consumidor medio. Pero tampoco hay que hacer demasiados números para entender que si un bestseller se construye a base de estrategias comerciales, si mucha información es falsa o se tergiversa, si como lo único que le importa a los políticos son las cifras sobre le papel, entonces estamos vendidos (algo que ya sabemos hace tiempo) a dejarnos llevar por estrategias. A fin de cuentas parece que en eso consiste la vida, en seguir la rutina de Maquiavelo: el fin justifica los medios. El fin de todo ser humano es siempre vivir mejor (cada uno valora esto según sus referentes). Así que el vendedor tiene que convencer al comprador de que esa biografía conseguirá abrirle los ojos sobre sus ídolos, productos creados para matar el aburrimiento, igual que en la antigüedad se crearon los dioses y los demonios, y por tanto es esencial que compre ese libro (para mantener la empresa editorial cuyo presidente esta negociaciones políticas para crear una fundación con el nombre de tío-abuelo y así ahorrarse impuestos y poder viajar de vez en cuando a Suiza), vendiéndole que vivirá mejor a partir del momento que lo lea. Los suecos vivirán mejor cuando entiendan que su rey es humano y tiene deslices lógicos, aunque le pese a la iglesia. El mundo, en general, vivirá mejor cuando sepa que sus impuestos mantienen las cunas de alta alcurnia de la falsa historia, la que venden los medios, los publicistas, editores, distribuidores (y solo en caso de que les dejen, para más inri). Espero que algún día se puedan conseguir ejemplares de historias de verdad, sin maquillajes, sin ropas brillantes hechas con residuos tóxicos, sin etiquetas de marcas sustentadas por grandes holdings, sin alargador de pestañas de triple capa ni postproducción en motion para retocar las arrugas que da la edad, sin debes ni haberes políticos conseguidos al calor de un café en una cafetería ministerial donde los cafés cuestan la tercera parte que en una cafetería de la calle, sin detalles codificados ni necesidades de porcentajes para ganar batallas de pacotilla, batallas políticas, sociales, culturales, empresariales, vecinales... Espero que algún día los editores cumplan una función de vacío educativo de este mercado (que ojalá no lo fuera) y regalen historias de las pocas personas de verdad, esas que han conseguido no corromperse ante nada, personas que no son especiales por haber nacido en familias ricas, ni han conquistado los escenarios del mundo haciendo consumibles de usar y tirar, ni santurrones de pacotilla que se acomodan en los despachos viviendo de las rentas. Claro que los deseos y las esperanzas, ya no están, ni siquiera, bien vistas en este mercado porque parece ser que no venden, y eso... no facilita las cosas.

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