lunes, 12 de abril de 2010

LA REALIDAD QUE NO EXISTE

Cuadro de Rafa Bertone. Viejo 3. Técnica mixta sobra tabla. Madrid, 2007.

Me han crecido las orejas, de manera casi impúdica y han echado raíces negras para agarrarse al mundo. Quieren desprenderse de mí, igual que los pelos de mi cabeza, ahora un foco reflector de luces para guiar a las chicas cuando se pierden en los callejones. Los tentáculos de mi cuerpo que un día me axfisiaban por dentro, los pelos transpirando y cociéndome el cerebro, los poros que respiran consumiéndome el oxígeno, las uñas hincándose en mis dedos... ahora lo hacen para afuera asiéndose al mundo como último escape para sentirse vivos. Será que me han consumido por completo y ahora necesitan abono de fuera. O será al revés, que ahora necesito más estímulos del exterior para permanecer vivo. Lo ignoro. Lo que si se es que me miro al espejo y mis ojos proyectan una imagen rancia y marchita, un color amarillento de un hígado en las últimas, unas manos llenas de manchas que se agarran al final de sus días. Por si fuera poco ya no soy atractivo ni para mi madre, que hasta que no pasé de los 50 todavía me decía que era guapo y no entendía como ninguna mujer en el mundo, y mira que hay, podía quererme. Yo también me lo preguntaba hasta que me di por vencido. Los estímulos que antes me llegaban por los sentidos se han empezado a agotar y ni creciendo hacia el exterior me siento pleno. Más bien al contrario, estoy más muerto que nunca. No hay prácticamente nada que pueda hacer para que ese deterioro y ese miedo del paso del tiempo se detenga. Por mucho que me vendan, y por más que todo lo que crece hacia afuera trate de conseguir, me marchito imaginando un cuerro cabelludo nuevo, unas orejas pequeñas y graciosas, unas uñas finas y unos dedos de pianista. Es imposible. Pero cuando pronto sea abono del nuevo mundo que se avecina, yo habré colaborado para alimentar aquello en lo que no creo. Será gracias a mí y a miles como yo que los habitantes del futuro podrán implantarse basura para conseguir el amor de su vida. Poco más puedo hacer que quedarme en silencio, dejar de respirar y cerrar los ojos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿No crees en los puntos de inflexión?

Anónimo dijo...

me crece un sabor bilioso, se me hace grueso el sorbo de saliva, intento desprenderme de la impresión que me deja el trasplantado, me lleva a la imagen del personaje de mar adentro, adentr´ndose en sí, viendose desprenderse, y más a ín a la damiens cuando le despazurraban en la rueda y veíse desmembrado por sus verdugos, sin otro consuelo que el que le proporcionaba un crucificio, al que besaba con desesperación más que como fetiche. No estos cuentos así me llevan apensar en lovecraft. Saeta, de que lado tiera el aire, de que pais de horror me hablas. TQM

Anónimo dijo...

El horror está en todas partes...