El 8 de marzo no solo es un recordatorio de que la mujer trabajadora se merece que la tengan en consideración. Es mucho más profundo que todo eso. La mujer, algo que no debería ni siquiera cuestionarse, se merece como ser humano la dignidad. En esta, todavía, sociedad machista el hombre debería reconocer que sin sus madres no serían nadie. Así que una mujer además de dar vida, que es de los gestos más importantes que hacen, amamantan, cuidan, trabajan, limpian, deciden, organizan... son mucho más que un 3 en 1 y por el mismo precio. Y cualquier hombre con un mínimo de sensibilidad no solo debería darse cuenta, también debería estar orgulloso de sus mujeres y darles todo el cariño posible para que el esfuerzo de ellas se haga un poco más llevadero. Porque las mujeres son todo amor, por amor se desviven, pero dentro del amor del hombre hay mucha corrupción, cinismo, ausencias, abusos. Y sí, la mujer lo aguanta casi todo, pero la mujer no debería de hacerlo. El 8 de marzo significa que la mujer tiene que luchar por sus derechos, no dejarse avasallar, ser libre porque tiene la posibilidad de trabajar por sí misma, no dejarse explotar por sus jefes. Y sobre todo no dejarse violar, ni física ni psicológicamente.
Ojalá tanto el 8 de marzo, como el 9, el 10, el 11, el 12, y así sucesivamente, las mujeres demos un paso más en la historia de la humanidad, por nosotras, y por los millones de mujeres infravaloradas en las sociedades más retrógradas. Porque si no nos conceden lo que pedimos entonces nos pongamos en huelga. Y si esto sucediera los estados recapacitarían sobre el papel de la mujer en la sociedad.