domingo, 11 de febrero de 2007

LA INQUIETUD Y LAS PERLAS DEL LOCO VENTURA

Al contrario de lo que pueda parecer, cada día leo y escribo más. La inquietud no me abandona, pero teniendo en cuenta que el tiempo nos resulta corto y limitado, yo he abandonado estas páginas etéreas y cibernéticas para leer a otros y escribir a ratos. Lo que si es verdad es que en esta etapa me siento un poco menos crítica y nerviosa.
Estoy leyendo Las perlas del Loco Ventura, una novela acondicionada a base de relatos cortos, llena de imaginación, destreza y seducción verbal. Es ligera y a la vez violenta, es sencilla y a la vez espiritualmente gozosa, es rápida y atómica y a la vez imperecedera y poética. Su autor Luis Artigue, leonés, como la mitad de mis genes, nos conduce por mundo de la fábula de esta tierra llena de historias que contar. Todavía no le he pedido permiso para plasmar una mínima porción de todo el contenido de su nueva novela, Premio Joven 2006 de la Fundación General de la Universidad Complutense de Madrid, pero dado que ya está publicado en Edaf, Colección Voz y Tiempo, misma editorial que ya ha publicado otras novelas y libros de relatos en los que participo, y dado que pronto le pediré permiso a Luis Artigue, me atrevo a compartir con vosotros esta pincelada de autor.

INMIGRACIÓN ILEGAL DE LAS ALMAS

Esa niña ecuatoriana que vende música pirata enfrente del Palacio de Botines durante las fiestas de San Froilán no sabe nada sobre derechos de autor pero bastante de la vida. Me la encontré cierta noche arrodillada sobre una manta y casi no pude hablar con ella, pero la observé largo rato. Su sonrisa precolombina, su don de gentes, los rasgos mestizos impregnados como de humildad, ese encanto verbal que desprenden los buenos vendedores...

Entonces creí ver escritos en sus manos siglos de colonización, y una historia sobre incesto, café y fuego. Oh, gente que huyó con lo puesto, sin pasaporte, sin carné de identidad, casi sin identidad. En ese momento supuse que nadie en su país podría demostrar documentalmente que aquella niña aún no esté allí, y desde luego no hay nadie en este otro quien desee confirmar que aquí sí está; por eso ningún papel oficial puede constatar su presencia ni su existencia.

Y teniendo en cuenta que para el Estado quien no tiene papeles no existe, creí encontrarme pues no ante una persona, sino delante de un fantasma. Y no me extrañó, pues esta lenta ciudad, ya saben, está llena de apariciones que portan mensajes propicios para el desensimismamiento.

Recordé por asociación que yo tuve abuelos paternos que jamás lograron ganar una batalla; abuelos que también viajaron orientados por la brújula del hambre, y me dio por pensar por eso que, como en la realidad de la ficción la reencarnación es un hecho, tal vez esa niña envejecida por la necesidad era mi abuela.

Si, igual que quien posa flores sobre el panteón familiar, esa noche compré un CD ilegal de Víctor Jara.

Luis Artigue. Capítulo de Las perlas del Loco Ventura. Edaf. Voz y Tiempo. 2007

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