Una mirada hacia atrás. Un blog, miles y millones de blogs. Apenas si un 10% del contenido de los mismos vale la pena. Hay mucha publicidad, mucha noticia que caduca nada más ser publicada o que por simple exceso, no nos da ni tiempo a ver. El tiempo. Contabilizar las horas que utilizamos para dormir, comer, restar las que dedicamos a sumergirnos en la caja de la nada: televisión u otras formas de entretenimiento vacías, ratos que pasamos con amigos y conocidos emitiendo ruidos sin contenido, momentos que dedicamos a la lectura y navegar sin rumbo cierto en un maremagnum de información. Eso es peor que vivir a ciegas. Y digo esto no por rellenar un espacio en blanco, lo digo porque hace una semana me fui a la Plaza del Ángel, en Madrid, y me uní al último proyecto de mmmm... http://www.mmmm.tv/index.html, colocándome un antifaz en los ojos y caminando por la calle Huertas, literalmente a ciegas. Entonces descubrí el maravilloso mundo de los sonidos, del tacto, del calor humano, de la textura del suelo, de los obstáculos, de la soledad, del miedo. Durante 30 minutos a ciegas realicé el viaje del héroe que sirve como estructura narrativa de la mayoría de los guiones: del mundo ordinario pasé al mundo especial, y cuando salí de él, ya era otra persona.
Recuerdo, estando a ciegas, que escuchaba, sin querer, las conversaciones de los que me rodeaban. Sentía como los que veían me rehuían, para no chocarse conmigo, y solo los que habíamos decidido experimentar la ceguera nos encontrábamos en medio del abismo, nos reconocíamos por el tacto y el movimiento, y seguíamos nuestro camino a tientas, utilizando nuestras manos como medio de protección. Estando a ciegas entendí que el camino está lleno de obstáculos caprichosos, bancos de piedra, metales fríos que protegen árboles raquíticos, malformaciones del empedrado que impiden el paso armónico, estructuras rugosas de paredes que parecen armas inquietantes. Y sin embargo, acostumbrada a la ceguera, pese a mi desorientación inicial, entendí que el resto de los sentidos se agudizaban. ¿Era eso estar ciego? ¿Vivir con un bastón? ¿Sentir que los que te rodean te rehuyen o, a veces, te ayudan a pasar un charco? Recordé mientras deambulaba calle arriba y calle abajo la obra de teatro Jesus Campos García, que lleva el mismo nombre: A Ciegas, una metáfora sobre la subsistencia, la oscuridad y la guerra. Me pregunté qué habría sucedido si, en caso de ser actriz, hubiera tenido que interpretarla. Pues bien, la conjunción de una performance en la calle a pleno día, la obra de Jesús Campos García, y la sensación de que la mayoría de lo que uno ve y lee cada día no le aporta casi nada, me llevaron a un punto sin retorno. No importa lo que uno haga, al final vence el nihilismo. El ciego puede sentir más que el que utiliza los ojos para recapitular. Pues la visión no está en los ojos, sino en los sentidos, que son seis (el sexto también cuenta). Y por lo general, utilizamos solo uno, el que nos resulta más fácil y cómodo. Con los ojos trato de leer contenidos. Navego por blogs y páginas y, al final, desespero con el paso del tiempo, la energía gastada, y la gran cantidad de desinformación acumulada. Así que deduzco con ello, que lo mejor es navegar a ciegas, dar al botón del enter sin mirar, recrearse con el sonido de las teclas, y tocar la pantalla para saborear una sola línea entre miles que tu sexto sentido te dice: ahí hay algo interesante. Y finalmente, apargar el ordenador, y quedarse mirando la pantalla en negro para escuchar el sonido de las estrellas. Pues está claro, que los sueños de los ciegos, son en colores y en 3D.