lunes, 14 de diciembre de 2009
CARTA A KAFKA
jueves, 3 de diciembre de 2009
VIRGILIO PIÑERA
Así es, un libro cerrado no es más que un volumen que ocupa un espacio sin dueño (¿Será el espacio la excusa para su exterminio?). Para poco sirve si no se abre -aunque en algunas casas lo utilicen para "rellenar" las estanterías, "decorar" las habitaciones, o "calzar" las mesas cojas-. Pero un libro abierto, uno de los buenos, esos que te llevan de viaje, que te enseñan y te conmueven, un libro pensado, realizado con sangre y sudor de un ser que sufre por los demás, que entiende, y que apenas puede hacer más que gritar y vomitar su rabia sobre una hoja en blanco, como así hicieron muchos, Kafka, Gombrowicz, Lezama Lima, Modiano, Mishima... Uno de esos no ocupa, sino que se filtra a través de los ojos y se convierte en materia prima para generar nuevas "ideas" unidas a las que ya lleva uno consigo durante años. Ahora que vivimos perdidos todos (aunque sobre esto habría mucho que decir -más bien ahora nos estamos encontrando, pues antes sí que estábamos perdidos sin darnos ni cuenta-), tan solo nos quedan ciertos libros ¿pero qué libros? ¿Quién los elige? ¿Por qué? ¿Para qué...? Abro libros elegidos, libros queridos, aquellos que pasan de mano y mano y entre medias surge la caricia. Una sonrisa tenue, un ayer. Un poco de Virgilio Piñera. Un poco de amor. Libros y palabras. A veces uno quisiera callar, como así hago durante largas temporadas. Tanta información, tanto destello baladí, tan triste la realidad que nos rodea, tan miserable el comportamiento de los herederos... ¡Siempre tememos ser bombardeados! Lástima.