lunes, 15 de diciembre de 2008

HUELLAS DE BASHO EN NIKKO


La teja gris y roja resplandece bajo un día de color plano. La niebla se espesa cuando el tren avanza hacia el interior, camino de Nikko. Podría haberme decidido por otro lugar, pero Nikko fue una parada del sensei japonés Matsuo Basho (Ueno 1644- Osaka 1694) y trato de recorrer su camino. Hoy, aparte de la niebla, de los niños y jóvenes uniformados y de unos pocos mochileros con mi mismo destino, no hay alpargatas para caminar tantos kilómetros y desesperar; todos utilizamos los medios de transporte para ahorrar tiempo. Ese tiempo preciso de Basho, ese Japón de shogunes, ninjas y samurais. Poco queda de eso. La westernización de Japón es demasiado evidente a los ojos del viajero. Los móviles le quitan verosimilitud a la gran contemplación de la naturaleza, la velocidad a la distancia luminosa, el hierro y las vías al orgullo terrenal. No hay kilómetro que no se venda al comercio.
Por fin me alejo de las ciudades y del país limpio e impoluto reconstruído en gran parte después de la Segunda Guerra Mundial. Los pinos miden más de 20 metros y el campo se abre ante mis ojos. Este sí se acerca más al Japón de mis antepasados, más bien el que busco. Fubasami, la entrada a la montaña. El tren vaciándose. Los uniformes caminando por el arcén con sus móviles a todo correr: videojuegos, mensajes, noticias, chateo, internet. Las casas bajas y la agricultura se abren paso entre hermosos bosques que culminan en montañas verdes y rojas y amarillas. Las máscaras dormitan agachando sus cabezas mientras el tren de JR traquetea acunándonos. Chirrían las ruedas y el tren se deja querer y engullir por los bambús que bordean las vías a lo largo del camino. Ahora entro en lo profundo. En ese caminar abatido y consciente de un poeta. En la niebla clara de un día sin dueño, por fin; del lugar que me regaló unos genes dulcificados. Hay teenagers acnéicos y con pelos negros y gruesos en las piernas. El vagón parece protegernos de una temperatura inapropiada, el calor subiendo por los pies, la sangre espesando y un sueño de espera llevándonos hacia el corazón de la isla.
Yo quería caminar al lado de Basho. Recorrer durante unos años sus huellas y caer moribunda al final del camino con la seguridad de haber contemplado y comprendido la esencia de la naturaleza y con ella al mismo hombre. Pero nuestro ritmo frenético nos lo impide. Otras obligaciones capitalistas y consumistas nos atrapan en su red y no nos dejan salir. Hace poco leía que la mujer japonesa ha cambiado de hábito en el vestir para adecuarse a la vida laboral, mucho más evidente después de la guerra. El kimono, aparte de caro, es inapropiado para el ajetreo y las prisas. Yo también visto con pantalones, tampoco consigo salir. Y sí, quiero. Aunque hago lo que puedo por escapar de vez en cuando. Esa vez caminaré parte del camino, desgastaré mis suelas de goma, para hacerlo a un ritmo propio, tratando de aunar modernidad con esencia de la naturaleza, niebla con decoro y virginidad con sabiduría. El interior y la montaña siempre atrapan al viajero, aunque quiera escapar a la costa para ver el mar pensando que algún barco mercante vendrá a rescatarle y le sacará de la isla. Al fin y al cabo todo son islas, mayores o menores, pero vivimos a la deriva, movidos por la furia de los océanos. A mis pupilas llegan las imágenes de pequeños pueblos y pagodas que todavía se mantienen desde hace siglos, de la época de Edo, anterior y posterior. Hondas y Mitsubishis de cuatro ruedas, casi nuevos, aparcados a las puertas. Un árbol rojo intenso de pocas hojas en medio de un llano rodeado de montañas trata de competir con el gris metalizado y rabioso de la economía nacional. La crisis mundial, ante la precaución financiera por reducción de importaciones y exportaciones, pide menos vehículos. Aunque el imperio más antiguo de la época moderna, que todavía pervive, se siente seguro y con fuerzas. Puedes preguntar a cualquiera en la calle que te dirá que el yen está fuerte. Y es difícil rebatirle.
El tren está llegando a su destino. La sonrisa de una mujer fea de manos venosas se ilumina con su bufanda rosa. La veo hermosa y radiante con la mirada antigua, sacada de los primeros grabados del siglo XVII. Fuera hace frío. Casas, coches, bicis, labios brillantes, mochilas y una estación casi solitaria. Una voz masculina anuncia en japonés la nueva y última parada del viaje: Nikko. La niebla me da la bienvenida y camino, con mis 15 kilos de peso extras, hacia la parte más alta, en busca de las huellas de Basho que se encuentran justo al salir el sol, bajo una manta espesa de líquenes, musgo y palabras nacidas del espíritu y la filosofía oriental: del mismo zen.

Matsuo Basho es el primer gran maestro del haiku, le siguen Yosa Buson (1716-1784), Issa Kobayashi (1762-1826) y Shiki Masaoka (1867-1902). Ellos conforman los cuatro grandes maestros del haiku japonés.

I´LL QUIT

You know when you say something and then something totally different happens and everything turns the other way? Ok. Today I saw plenty of places for smokers as I was walking in the gaikokujin (foreiners and visitors) area: Harajuku and Shibuya. This areas are kind of trendy, modern, commercial, fashion, crowded, consumist... Uffff, too much. Do you heard about Harajuku Girls? This young ladies they love cosplaying (costume play) and anime and manga things? There´s plenty of them here. I saw some of them while filmings and smoking. But after yesterday´s discussion in the blog I decided to smoke only in any allowed place I could find in my way. And from 11:00 to 18:00, the time I was in the area, I saw more than seven places to smoke. So I smoke more than I used to. But last cigarrette in the JR lines going back home took my attention when I saw something like follows: non smoking hours from 7:00 to 9:00, exactly Tokyo rush hour when trains are full of people. Interesting though!

Having the fact that normally I only see two or three smoking areas in the street per day I can say that is was a good reccord. At the end of the day I was tired of smoking this Marlboro Lights that has no taste at all. For me red box in Japan tastes the same than Marlboro Lights in Europe. Not sure but there´s plenty of different names, lights, extra lights, extra extra light, menthol... But one at the end use to have their own preferences. So while smoking it will be the same shit, not a different one. But I´m really sure I´ll quit very soon. It doesn´t matter what the rest of the people decide. Meanwhile let´s smoke in an allowed area. Why not?


domingo, 14 de diciembre de 2008

TO SMOKE OR NOT TO SMOKE

Last time I was here in Tokyo in 2005 I realized people smoked lots. I mean it was already not allowed to do it everywhere but I could see lots of smokers. Suddenly going back three years later to Tokyo I see there´s a new law that doesn´t allow to smoke in the streets, only in certain points (you can get mad looking for one).



It all began in October 2002 in Chiyoda district to protect passive smokers and maybe as a way to create a public opinion about, to see how Tokyo people dealed with it. So then this law extended to the rest of the city and in 2004 was rude to smoke in the street and you could be fined even with 20.000 yenes fee. BUT now I´m really feeling the contradiction of this: first is good for passive smokers, as it should be, second is good to see the streets as clean as it corresponds, third is good for a healthy life. In the other hand sometimes I feel like I´m a kind of bad person smoking in public, I hide, even though Kanako´s friend bought me an special pocket astray just in case a police stops me in the street. Almost everywhere you can see images on the floor about 40 centimeters diameter: forbidden smoke. Of course I saw some people smoking in public, 99% of the times in the special places adecuated to it.



It is not a critic itself. It is ok if it is good for the majority, but in my case I arrived here knowing that I didn´t wanted to smoke anymore. Once I saw that it was more extreme than I expected, forbidden almost everywhere, I began to panic so I decided to smoke. No big deal though feeling you are doing something naugthy and looking for a place where to leave the butt. But I´m wondering if there were not such a law I was smoking or not. Anyway, too many people in here and it is good to know about the respect for the others in spite we are talking about a public space. Maybe someday smoking in public is like getting naked. Who knows! I´ll ask my lunges what they think about it.

jueves, 11 de diciembre de 2008

HOMBRES DE COMPAÑÍA

He pasado dos días en Shinjuku y en la zona de Kabuki-cho, en el centro de la gran ciudad de Tokio. Para todos aquellos vírgenes en materia simplemente decir que Shinjuku es un lugar sorprendente, sobre todo para los viajeros ávidos por conocer cosas nuevas. Imagino que los que viven por aquí y se pasan los días rodeados de tiendas, comercios, otakus y hombres de compañía todo les resultará de lo más normal. Pero normal, lo que entendemos por normal, no es.




Ayer por la tarde (a partir de las 4 aquí ya es de noche) estuve grabando a Isabel Coixet que está rodado Map of the Sounds of Tokyo. La secuencia se desarrollaba en Kabuki-cho, con Sergi López y Rinko Kikuchi. Terminan el rodaje em Tokyo el 23 y continúan en Barcelona en enero, 2009.

Por una de esas interesantes casualidades de la vida me encontré con Aitor Berenguer, con el que trabajé en dos pelis, y tiene nada menos que 55 títulos en su currículum. Es un crack del sonido, de los mejores, fascinado con Tokio tras cinco semanas de rodaje. Básicamente alucina con todo en la zona, igual que todo el que llega por primera vez.

Mientras hablábamos de lo que nos queda por ver y los nuevos rodajes en España pasaban coches de los yakuzas, lentamente pues las calles en esta zona son estrechas, con las ventanas de atrás ahumadas y en algunos casos cortinas. Kabuki-cho es la zona donde viven los yakuzas, donde hay más love hotels de la ciudad de Tokio por metro cuadrado, donde viven los inmigrantes coreanos y donde el sexo se mueve a un ritmo trepidante.





He vuelto al día siguiente. Con la luz los lugares cambian casi de forma y la fauna que habita el área se mueve a un ritmo diferente. Me he dedicado a hacer fotos, con mis andares de turista, aunque un francés que me encontré por la calle me dijera que parecía japonesa y yo a él que parecía español... Básicamente, pese a mi interés personal, le había prometido a Leandro Herrero, que tiene un blog que mola, y que está añadido a los links de esta página, que le enviaría fotos del Tokio que él quiere ver, y no tanto surfero y tanto templo. Pues bien, ahí van las fotos para deleite de sus ojos. En mi caso llevo días comiendo poco por la boca. Lo hago con el resto de los sentidos: la vista, el olor, el sonido, el tacto... Lo poco que como es sushi, sashimi, gyoza, wasabi en cantidades asombrosas, ocha (te verde) y de vez en cuando helado de matcha.



Aparte de la locura de los love hotels que los japoneses usan a diario ya que muchos jóvenes viven con sus padres y van ahí con sus parejas, descubrí algo que desconocía y que me ha llevado toda una tarde comprender. Hay unos tipos peculiares, todos clavaditos de imagen, mismo corte de pelo, similar color, ropa exquisita y aparentemente moderna, cejas arregladas, mirada coqueta y andares de loca en fase soy cool, que viven de las mujeres. Esto, a simple vista, ocurre en todos los lugares del mundo. Pero en Tokio hay cientos, se anuncian en grandes carteles con sus caras bonitas, tienen sus rankings top ten y además, por lo general, no practican sexo.



Son hombres de compañía que reclaman las mujeres durante unas horas para pasar el rato. Cobran por estar con ellas, por su charla e imagino que por su look, para mi gusto desagradable. Lo cierto es que estos jóvenes se creen guapos y se contonean por las calles de kabuki-cho, su territorio natural, como si fueran irresistibles. Compran en Loewe y en Channel, los que pueden (imagino que del top five para arriba, que ganan más, pueden llegar a ganar hasta 9.000 euros al mes). Las japonesas, algunas extranjeras también, se los rifan. Les hacen todo tipo de regalos y ellos, algo totalmente previsible, se dejan querer. Isabel Coixet ha metido alguno de extras en la peli y yo les he congelado en la cámara. No tenía ninguna intención de pasar un rato con ellos ni pagar por sus servicios.

De momento me vale con los japoneses normales, esos trabajadores de trajes negros, azules y grises que pueblan los metros y los trenes de la ciudad. Esos cuya timidez me abruma y me recuerda que la educación japonesa, en algunas pocos aspectos, básicamente emocionales, está un poco demodé. También me ha sorprendido encontrar tiendas de ídolos masculinos en el barrio coreano y como señoras de todas las edades se volvían locas buscando y comprando al guapo de sus sueños.



A saber que harán con la dichosa postal ¿la pondrán en el coche como si de un santo se tratará? ¿Bajo el futón o la almohada de bolitas que es tan incómoda, aunque dicen que sana? ¿La llevarán en el bolso y la sacarán en aquellos momentos privados cuando van al baño? Lo ignoro, pero reconozco que me he quedado con ganas de preguntarlas. Después de caminar entre los hoteles del amor con una temperatura de 16 grados me he ido a la calle más comercial de Shinjuku a comprar varios libros a Kinokuniya, una de las mayores cadenas de librerías de Tokio.


La de Shinjuku tiene ocho plantas y en la séptima se pueden encontrar publicaciones en inglés y francés. He adquirido un dos libros de Osamu Dazai, dos sobre la historia de la literatura japonesa, uno sobre cultura japonesa y un fantástico libro, The Haiku Handbook, de William J. Higginson. En él encuentro un haiku del sensei Konayashi Issa (1762-1826), uno de los grandes:

aki no yo ya / tabi no otoko no / harishigoto

que traducido al inglés dice:

autumn night... / a travelling man´s / needlework

OYASUMI

martes, 9 de diciembre de 2008

VOLAR AL PARAÍSO

Daibutsu, Gran Buda, Kamakura. Japón. 7 de diciembre, 2008.

El día que volvió mi abuelo español yo dormía placidamente en Kamakura después de dedicar la mañana fría y soleada a visitar el Daibutsu y la Bahía de Tokyo con Yoshi y la tarde a buscar un manga en inglés en varias librerias que finalmente no compré. Como era su costumbre, apareció sonriente y rejuvenecido después de un tiempo en el que todos en la familia le habíamos dado por desaparecido. Me sorprendió verle, es más, casi le daba por muerto. Comentó que él siempre había estado pensando en nosotros y que no había dado señales de vida porque no hacía falta. Yo seguía sin creer que fuera él. Le tocaba y le miraba sin cesar hasta que me convencí de que no era una alucinación. Mi abuela, con ese savoir faire que le caracteriza, tarareaba una canción, contenta con su regreso después de tantos años, y preparaba el desayuno en la cocina como si no hubiera pasado el tiempo. Al verla tan convencida y relajada ante la vuelta de mi abuelo supuse que no era un farsante como en un principio llegué a creer. Él llevaba un polo verde y se comportaba con excesiva normalidad. Se acercó a mi lado y me dijo en tono franco y sincero que este sí le gustaba para mí. Entonces supe que era mi abuelo de siempre. Él sabía y sabe, mejor que nadie, lo que es o no es bueno para los suyos. Escuchándole entendí que volvía tan solo para que no me perdiera de nuevo. Espero que así sea, le contesté -mi abuelo, con el tiempo, demostraba que siempre tenía razón. Aunque ese tiempo sea tan elástico como una goma, o la boca del Daibutsu de Kamakura, o las velas de windsurf que surcar los mares dejándose llevar por la brisa marina. Me alegré de que así lo viera. En el fondo, pese a mi cerrazón, quería creer lo mismo. Me levanté y recogí el futón. Terminé de organizar el viaje a Sendai: la cámara, el trípode, la bolsa de aseo... Y me fui contenta de haber visto a mi abuelo, de que hubiera vuelto y de saber cuánto le echaba de menos. Él se quedó desayunando con mi abuela. Les veía a los dos unidos, como siempre, tranquilos, viviendo el día a día con la normalidad pasmosa que lo viven las parejas que llevan muchos años juntos y poco tienen que decirse pero saben hacerse la vida fácil. En Sendai, después de grabar en el templo zen Tsutsujigaoka Temman-gu Shrine que visitó Basho en su viaje por el norte de Honsu busqué el Ryokan más cercano: el Senday Chitose Youth Hostel. Después de pagar al entrar 4.500 yenes me acomodé en una habitación individual de 6 tatamis y me acordé de mi abuelo. Por una vez le daba la razón a la primera. Era bueno para mí. Aunque los dos sabíamos lo que significaba que el tiempo le diera la razón. Con la distancia le echaría de menos. Aunque viéndoles a los dos juntos en la cocina entendía que ya era mi momento para empezar a volar, igual que las gaviotas que surcan la bahía de Matsushima en busca de comida. Volar al paraíso, como ya hizo Basho en 1689, es una buena opción de vida y eso, cualquier abuelo que se precie, lo comprende.

domingo, 7 de diciembre de 2008

ESTUDIO DE DANZA KAZUO ONHO



El atardecer en Yokohama es soleado. Son las tres y media pero apenas queda media hora de luz razonable para conseguir buenas imágenes en el exterior. Noriko y yo salimos del metro Kami-Hoshikawa y caminamos cinco minutos entre casas bajas y escalinatas que parececen llevarnos al cielo. Antes de culminar está la entrada del Estudio de Danza Kazuo Onho, el sensei de Butoh. Hace meses leía por internet sobre el este lugar donde gente de todos los rincones del mundo va a perfeccionar la técnica de esta danza espiritual. Sin buscarlo, como suceden muchas de las cosas buenas, he llegado al lugar, humilde y discreto. Acompaño a Noriko que va a grabar los ensayos para el documental del sensei Kazuo Onho en el que lleva tres años trabajando. Él vive al lado, con 102 primaveras, dentro de una casa típica japonesa y tumbado en una cama desde hace tiempo, sin hablar. Su hijo imparte ahora las clases y supervisa cualquier pequeño desliz de los pupilos. Es impresionante ver lo avanzado de técnica, la silla donde pasó muchas horas sentado Kazuo Ohno, la foto de Imperio Argentina colgada desde hace lustros de la pared, el impresionante libro The Butterfly Dream de Eikoh Hosoe que retrata la vida de un hombre dedicado en cuerpo y alma al arte internacional que él mismo fundó... Mientras los pupilos ensayan: La precisión del cuerpo definiéndose en movimientos, la tensión acomodada en la belleza. Estar donde uno quiere estar casi sin saberlo. Y el espíritu de Kazuo Ohno, unos metros más allá de las paredes, viéndonos en silencio. A la mayoría de los japoneses que preguntas sobre Butoh ignoran lo que es. Sin embargo son muchos los que fuera del país se dedican a esta danza y siguen los pasos del maestro. Somos muchos los que poco a poco entendemos la denuncia en la exquisited y la expresión corporal, eso de lo que somos conscientes, lo palpable unido a lo etéreo. La filosofía del cuerpo y del alma unidas en la precisión de un movimiento que te atrapa, y una vez que lo sientes ya no puedes escapar. Arigato Gozaimasu, sensei Ohno.

Tiziana Longo, Seiji Tanaka, Noriko Kawakami and me. (No recuerdo el nombre del bailarín de atrás)

Tiziana Longo actua en Kagurazaka el 12 de diciembre a las 20:00 en Session House. Tokio.

sábado, 6 de diciembre de 2008

ENCUENTRO CON BASHO

Estatua de Basho, mirando al río Sumidagawa. Tokio. 4 de diciembre 2008.

Abrazo a Basho sobre una piedra, mirando el río Sumidagawa y los barcos al pasar. El sol nos pega en la cara, radiante y coherente con un entorno idílico y la naturaleza escondida entre puentes, carreteras y grandes edificios. Tokio es nuevo o casi nuevo gracias o por desgracia de los americanos. Anoche lo hablaba con Kanako y con Yoshi y opinan lo mismo. Pocos reductos quedan que mantienen la estética del periodo Edo. Los dos, Basho y yo, miramos con sorpresa la megalópolis que se extiende más allá de nuestras miradas solitarias mientras pensamos en construir un hermoso haiku. Y para celebrarlo me voy sola a comer maguro moriawase sobre hojas de oba al gran restaurante típico japonés Sakana no Dojo. Basho sigue observando el río en la quietud que le caracteriza mientras yo tengo delante un luminoso con imágenes de barcos y pescadores de la época de Edo, época en la que vivió el poeta. El cocinero me sirve el sashimi y el ocha mientras yo fumo un extra light. Echo de menos a Basho entre el humo y el wasabi. Él bien podría acompañarme y contarme sus largos viajes. Sería, sin duda, una buena pupila y al tiempo le hablaría de otros viajes y otros mundos. Todo lo que hay dentro de una mirada inquieta es lo que da sentido a la vida. Y nuestras inquietudes, las de Basho y las mías, hace tiempo que se unieron.

jueves, 4 de diciembre de 2008

KATASE BEACH, SHONAN






Estas son algunas de las fotos que hice al llegar a Tokio desde Madrid: 12.598 de distancia. Aunque parezca primavera están tomadas el 30 de noviembre de 2008, dos horas después de aterrizar. Ayumi, Tadashi y Toki me llevaron a uno de mis sitios preferidos: las playas de la zona de Shonan, en Kamakura (a una hora de Tokio centro en tren). Fue la capital de Japón entre los años 1185 y 1333, durante el periodo Kamakura, conocido como un momento de grandes cambios políticos, militares y religiosos. Hoy lo más turístico de la zona es el Daibutsu, el segundo buda más grande de Japón, que todavía no he visto ni tengo demasiada prisa por ver, aunque vivo a unos minutos de distancia en bici. Hay tantos budas en los templos de todo Japón, que son unos pocos, y que además el budismo pega fuerte, que dedicar el tiempo a ver ese dispendio, poco me importa. Ahora, que ya no vivimos en el periodo Kamakura, lo mejor de esta zona son las playas, llenas o vacías... Dani me comentaba hace poco por el Facebook, después de colgar las fotos, que alucinaba con que hubiera tantos surferos en Japón. No es que haya tantos surferos, que sí, pues ver más de cien puntos negros esperando olas impresiona, sino que hay mucha gente y proporcionalmente hay más de casi todo en comparación con España: gente, comida, máscaras, maletas, carteras, abrigos, gorros, coches, bicis, tiendas, estaciones de metro, campos de fútbol, beísbol, empresas, dinero, libros, educación, limpieza...

SOBREPESO CON DESTINO A TOKIO

Katase Beach (al fondo Fujisan) , Sagami Bay, Shonan, Tokyo. 30 de noviembre 2008.


Las maletas recién cerradas. La inercia de un año sin sentido que no se si meter o no en la maleta. Aunque soy consciente de que el sobrepeso nunca ha sido nada bueno. Barajas. Heathrow. Narita. 15 horas de vuelo y un día de perros. Kilos, pasillos, ruedas, plástico, producción, pasajeros, controles… La noche anterior apenas dormí pensando en que hay cosas que se deben dejar porque no caben en la maleta. Me puse de mal humor. Aunque eso no es más que un síntoma de que lo que uno quiere verdaderamente es llegar. Algunos dicen que el viaje es lo importante, que durante el mismo suceden cosas que cambian la percepción del mundo, pero a veces el viaje físico no es más que un mal necesario para llegar al destino. Ese que llevaba muchos meses esperándome. La noche anterior se convirtió en una pesadilla de agenda mental: que llevo y que dejo, como conseguir menos peso y más espacio, como resolver lo que uno quiere hacer con lo que debe hacer. Analizo cosas tan sencillas como por qué a los que vuelan en clase turista solo les dejan llevar una maleta y a los demás hasta dos. Todo se resume en lo mismo: las clases. Siempre ha habido clases. Y no dejará de haberlas nunca. No importa el lugar donde uno viva o viaje. El dinero lo puede casi todo. El día de perros se convierte en noche tediosa, la que surge de manera improcedente durante el vuelo, viajando en el tiempo varias horas más tarde. Una parte del mundo moviéndose a un ritmo y mientras la otra duerme y viceversa, una disfrutando del calor y la otra helándose de frío. También el dinero podría con este conflicto temporal y espacial. Al vivir a otro ritmo me despego del otro, casi como si pudiera, y los mensajes que llegan de lejos dejan de tener la intensidad de la cercanía y la posibilidad. Tienen otro tipo de significado…
Diviso parte la isla que bombardearon los americanos en el 45 desde los B-29, Kashima y el Cabo Inumo, en el área de Tokio. Grandes espacios de plantaciones de alimentos coloridos: rojos, verdes, azules, morados. Sin duda una caricia para los ojos acostumbrada a la sequedad castellana o el verdor del norte de Europa. Unos cuantos campos de golf empequeñecidos por la distancia me dan la bienvenida y todo cuanto sucedía hace unas horas deja de tener sentido. No hay nada en el mundo que me importe más que disfrutar del momento, aunque muy pocas veces lo consiga. Y cuando eso sucede uno debe celebrarlo. Lo hago con una sonrisa y una sencilla sensación de haber llegado a casa, aunque no me entienda con la mayoría de la gente. Aquí disfruto del placer de la armonía y la humedad que tanto me gustan. Si acaso algún pequeño coletazo de tristeza ante lo que no cabía en la maleta… Cosas que ocupaban demasiado y no servían para mucho, pero nada que no pueda ser olvidado cuanto antes. La invasión de aquello que no merece la pena no debe ser tenido ni en cuenta, me digo. Y así aterrizo en la isla de mis antepasados. Con agotamiento, con cierta debilidad y con la buena sensación de que el viaje de verdad no ha hecho más que empezar, que todo lo anterior no ha sido más que un ensayo.
La industria y la economía japonesas se destacan con fuerza desde ese cielo que llovió cantidad de bombas el siglo pasado. Las únicas consecuencias visuales que quedan de ello es que todo es demasiado nuevo. De Narita a Kamakura, al Shonan, uno de mis lugares preferidos… La playa de Katase, después de 20 horas entre coches y aviones, con más de cien surferos disfrutando del agua y del sol me recuerda que la vida es un sinfín de subidas y bajadas. Como las olas. Como el surf. Y ahora toca lo bueno. Un atardecer de regalo, una luz de ensueño y una bienvenida calurosa. Me arrepiento hasta de haber llevado maletas, aunque una sea la cámara. Podría haber llegado sin nada, casi desnuda, y empezar de cero. Podría hacerlo sin dudar ni un segundo. Habría sido, ciertamente, lo más sensato. Y lo es para todo aquel viajero que tenga apego al sobrepeso. Vaciar siempre es bueno. Y cada vez creo más que necesario. Si decido volver, lo haré sin maletas. Me han tenido esclavizada y eso no es nada bueno para la salud.