jueves, 18 de septiembre de 2008

FLAUTISMO


Tras una máscara de arcilla, una voz serena silba a las montañas: Flautismo. Esta es la corriente filosófica, política y vital que en parte me gusta, la que me hace sentir despejado y en armonía con la naturaleza. En el Flautismo no existen los impuestos, ni el petróleo, ni el ladrillo... Tiene como el Platonismo, el Nihilismo, el Hedonismo, el Anarquismo, el Comunismo, el Socialismo, el Liberalismo y/o el Fascismo sus grandes contradicciones, pero si algo tiene de particular es que está por encima de todos ellos, no suponiendo más que una simple pincelada de la complejidad de algunos de los anteriores. En el Flautismo prima la felicidad, esa felicidad de la que habla Luis Landero, la del vaciyelmo, un híbrido entre lo bello y lo feo, entre lo maravilloso y lo asqueroso. En conjunto termina ganando el lado positivo, el más que proviene del menos. Menos es más. Esa es la esencia del Flautismo. No necesitamos tanto… Ropa, consumo, televisión, basura, ladrillo, asfalto, polución, estrés, tensión. Es más, no lo queremos. En nuestra filosofía Flauty, vitalista y condescendiente, todos son bienvenidos; no importa la religión, el sexo, el color de piel, lo limpio o sucio que uno sea (aunque se prefiere gente aseada), los centímetros de altura que uno mide, las enfermedades mentales, las opciones de vida. Importa tan solo una conciencia de comunidad: vive y deja vivir. Contempla y deja contemplar. Disfruta y deja disfrutar. No jodas. No molestes. No agredas. No ensucies.


El Flautismo crece con sus perros y casas flautas, ocupaciones de mayor o menor envergadura hechas con las propias manos de uno, diseñadas cada día con materiales reciclados, asentadas sobre bases sólidas de miles de años pobladas por pueblos fenicios, romanos, cristianos, moros, moriscos, ingleses… Se da en muchos rincones del mundo, pero es el en Paraíso donde es ejemplar. En el Paraíso conviven alemanes, andaluces, hippies tranochados, bohemios que detestan el ruido y buscan la paz, lectores de cualquier incunable que caiga en sus manos, amantes de la verdadera naturaleza, creadores, pintores, constructores, agricultores, panaderos, djs, fumadores… Se fuma mucho en el Paraíso después de que Adán y Eva se dejaran llevar por los animales rastreros y ya no fueran tan simpáticos a los ojos de dios. Pero es una manera de ocio menos dañina que el acoso laboral, el robo descarado, la envidia o la avaricia. Los flautistas que viven en el Paraíso no solo fuman, también divisan las aguas cristalinas y los barcos de moros que se esconden en el tiempo tras las rocas, en espera de atacar a algún barco español repleto de monedas para los Reyes Católicos. En esta corriente y actitud no se participa en actos vandálicos. Solo en actos solidarios. Si un barco vara en la orilla entonces los habitantes del Paraíso, donde la desnudez es síntoma de sanidad vital, corren a ayudar al capitán. No cesan en el empeño hasta que no lo consiguen.



Pero como en todas las corrientes políticas y filosóficas no todos los que conforman el grupo actúan con excelente integridad. Unos pocos dejan que desear. Aunque bien sabemos que eso poco importa si esa falta de excelencia no se traduce más que en dejadez. Se trabaja por el bien de la comunidad y no se caben los actos vandálicos. Se vive el día a día con verdadera fruición y contemplación de la naturaleza. Pocos lugares como estos existen, donde el capitalismo casi no haya hecho mella, es más, se le relega al lugar donde tiene que estar: a las cloacas de los cagones de fines de semana. Y ahí si que huele mal.


Creo que sin sentirme de aquí ni de allí, sin ser esto o lo otro, reconozco que aquello regala mayores satisfacciones. El Flautismo, como fórmula de escape de la atrocidad, es casi perfecto para creer de nuevo en el concepto de comunidad sin aberraciones, comunidad sin negación de uno mismo, comunidad intregradora y no desintegradora. En resumen, el Flautismo viene a decir: la naturaleza ofrece bienes a cambio de respeto. Y respetando la naturaleza nos estamos respetando a nosotros mismos, ya que nosotros, en conjunto, no somos más que parte de ella.