jueves, 13 de marzo de 2008

RECONCILIACIÓN

Hace poco me reconcilié con Mario Muchnik. No porque no nos lleváramos bien. Simplemente porque entendí su amor por la literatura. Entró, pequeño, como es, al Taller de la ACE, y salió sonriente y pitando para ver el debate político de la risa. Me gustaron entonces sus manos, esas que han tocado papel, esas que han tocado dinero, esas que han tocado las ideas de los grandes. Entre medias nos habló de sus saltos en el tiempo y en el espacio para desembocar en un "negocio" aparentemente poco rentable. Nos habló de Montesquieu y Maquiavelo, de princesas y duendes encadenados bajo la condena política, de opas y lances, de Víctor Seix, de su muerte, y de Carlos Barral. Nos habló de la otra cara de la moneda, la que viven los editores en ferias, cenas y fiestas de guardar, de ese despacho pequeño que luego crece, de los descubrimientos y las pérdidas. En definitiva: de la misma esencia del vivir. De todo y de nada. Me reconcilio con los editores -hasta no hace mucho les veía como seres a los que bien poco importa la creación y el autor- y me reconcilio, porque como en todo, los hay buenos y malos, mejores y peores, pero sobre todo porque son humanos. Son un simple engranaje más de la maquinaria que tienen anécdotas que contar, que desean ser escuchados con su voz y la susurran de la forma que mejor saben, eligiendo. Siemplemente eso. Eligiendo para el mercado. Eligiendo para ellos mismos.

3.000 libros editados al día ¿no es una exageración? Me reconciliaré con los políticos el día que comprendan que hay que trabajar a largo plazo, invertir en educación y cultura, y pensar en una fórmula para reciclar el papel que se pudre en los sótanos de miles de libros no leídos, cientos de bodrios, y alguna que otra obra de arte, ahí, justificada en gastos, pero muerta de la risa porque no se le puede dar salida... Mientras tanto leo. Ya que el editor sigue luchando, pondré mi parte como lectora.